De los Toros con Verdad, por Francisco Baruqui

Lo he escrito repetidas veces. La ilusión que me provocan las novilladas, por cuanto a la esperanza de ver en ellas algún o algunos valores en ciernes que vengan a refrescar el escalafón, es lo que motiva a concurrir al coso.  Más, muchísimo más que esos carteles de piedra con matadores que dieron ya lo que dar podían, sumiendo en un marasmo de repetición que nulifica absolutamente el interés de asistir, lo que ha derivado en dar al traste con el espectáculo.

Bajó la entrada. La gente mosqueada por el ganado de la presentación, apenas hizo un octavo de plaza en tarde nublada que soltó agua en un chaparrón breve que después no molestó.

Novillada terciada,  con tres de alta romana, dos pasaderos y un becerrón; el segundo, para festival, con la leche del destete corriendo por el hocico.  Todos con pobreza de cuernas, -- interesante será ver el resultado del examen post mortem dado lo romo y la desproporción en la parte de las puntas --, lo que asaltó sospechas en un sector de los aficionados.

Peleando en varas y provocando derribos, brindaron condiciones para lucir dado lo humillados que embestían echando los morros muy abajo, manifestando claridad y nobleza, vamos, de los que dejan estar y confiarse, aunque también debo decir que no estuvieron sobrados de emotividad pero, repito, astados toreables a los que se les pudo haber sacado mayor provecho, a excepción de tercero y sexto, los dos de Gerardo Adame, que si se fueron con orejas, fue por causa de la espada porque…

Porque hacía tiempo que no veía a un chaval con las condiciones destacables que tiene el aguascalentense.  Valor sereno, pisar firme y seguro, claridad de mente para saber qué hacer, cómo hacerlo y, fundamental, realizarlo.  Disfruta en la cara del burel sabiendo plantear las faenas estructurándolas estupendamente, -- no olvidar que estoy hablando de un novillero --, para hacer el toreo que conecta; que motiva, que impacta, que llega y gusta... Gustándose él mismo, se reboza en una expresión artística de muchos quilates, como un quite por ceñidas chicuelinas, rematadas con revolera que se le corearon, y lances a la verónica cargando la suerte yendo pa álante cerrando con media que se le jalearon.

Con la muleta sabe plantarse presentando el engaño con verdad, sin truco, y tiene la gran condición de saber ver venir al novillo embarcando, mandando y todo con naturalidad y reposo y, ¡ojo señores aficionados! Templando como templar se debe, girando lo justo, sin reponer mas que lo mínimo, lo que le permite ligar series de ayudados por abajo con la diestra y al natural con la zurda de gran valía.  La gente con él y batiéndole las palmas con gran entusiasmo y….

Y una observación, debe de aprender dos cosas: una, no alargar en demasía sus faenas, -- lo entiendo, mas no lo justifico por el deseo enorme de ir siempre a más --,  pero siempre hay una medida, lo que le valdría considerarla y, fundamental, no sobrepasarla, que cuando le quede una o dos series todavía, llevar en la mano ya la espada de matar, para que en el instante preciso que el bovino le pida la muerte, aprovecharlo y no cortar para ir a cambiar el ayudado, lo que a veces deriva en encontrarse a otro toro que ya pensó y cambió.  Le aseguro que con el público en un puño, una vuelta se convierte en oreja…  Una oreja se convierte en dos y…  Y dos tal vez en un rabo.

Claro que para ello debe afinarse mucho con el acero, ya que le falta pasarse en el embroque, e importantísimo, aprender a vaciar más al sepultar la hoja, ya que tiene la tendencia a que sus estocadas le resulten tendidas.

Dos muy merecidas vueltas al ruedo, que pudieron ser dos apéndices con un aviso en el sexto.  Una muy grata presentación de toda una promesa del toreo.  A repetirle pues, y cuanto antes, mejor.

Fernando Labastida, de la potosina tierra, un joven de buena planta y con mucho campo detrás de él, -- se mira sobradamente vaqueado --, y con conocimientos de una buena técnica y adecuados procedimientos, salió con mucha voluntad manifestando que sabe del oficio por escuela y maneras.  Tuvo momentos notorios saludando de capote al primero en verónicas que se le aplaudieron, para con la zarga verse enterado con la diestra y la zurda  pero…  Pero falto de impacto en los tendidos, a lo que si se añade poco certero con la tizona, cinco pinchazos y dos descabellos recibiendo un aviso en su primero, escuchó tibias palmas.

En similar tenor con el cuarto, más voluntad pero sin llegarle al cónclave, terminando de tres cuartos en sitio que bastó.

Lo señalé en la pasada crónica sobre el perjuicio de un trofeo mal concedido a Oliver Godoy hace ocho días…

El espigado tapatío se llevó el choto segundo, que era para jugarse sin caballos, fuertemente pitado por la afición que no le tomó a bien nada de lo que intentó hacer, y con el quinto, un ejemplar con volumen pero “corniausente”, viendo cómo la gente no mostraba entusiasmo ni reacción alguna en su expresión, dejando ver de nueva cuenta la grande, muy grande, grandísima dificultad que afronta el muchacho por transmitir, lo que no consiguió, pese a momentos aislados en los que puso empeño logrando pases tan lucidos como aislados, despenando al segundo de pinchazo, media y seis golpes con la espada corta de descabellar, escuchando un aviso y pitos, para con el quinto cobrar entera haciendo guardia, calando por un costado, muestra inequívoca de salirse de la reunión; dos pinchazos y otra casi entera con tres descabellos.

Cuestión chaval de meditar, reflexionar y lo más importante y difícil, determinar…

Con el colombiano Camilo Alzate en la pasada y el de Aguascalientes Gerardo Adame, se va viendo que hay tela, cosa será que las oportunidades de repetición se den.  Ojalá.  Sí, ojalá…

Con la falta tan grande que hacen toreros jóvenes con potencial y futuro…

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