DESDE EL LIENZO

Sólo el que ha estado ahí sabe lo que es estar en este espacio tan especial, donde el charro se encuentra consigo mismo y con el verdadero compromiso que tiene con la fiesta de los mexicanos y sus tradiciones que encierra un espacio breve entre la vida y la muerte.

En estos momentos de concentración especial, donde se ve al charro meditabundo, pensativo, con coraje, que en ocasiones lo llevan a golpearse él mismo la cara, a gritar y desahogarse, a sacar toda su pasión charra y enfrentarse a la bestia que le ha tocado en suerte montar.

Este espacio, del cual hoy se habla son “los cajones”, sí, este diminuto espacio del lienzo donde inicialmente la comisión del deporte inicia con la tarea de colocar los pretales, para que posteriormente el equipo de apoyo del jinete contribuya con sus acciones para dejar, a gusto del jinete participante, las condiciones para su monta.

El jinete sube y entra a los cajones se monta ayudándose con los tubos que ocasionalmente le sirven para apoyarse, lentamente se desplaza hasta los lomos de la bruta… se escucha el patalear del animal… el charro entra en tensión, todos sus músculos están tensos a su máxima expresión, su corazón late a un ritmo superior para poder oxigenar su cuerpo.

Probablemente el charro duda, nuevamente golpea su cuerpo, voltea a ver a sus compañeros, quienes lo animan, le gritan y lo palmean como gestos de apoyo para que desarrolle la faena…

El charro eleva su vista a las tribunas y piensa en su equipo, en sus compañeros, en los suyos, y sintiendo los cientos de miradas pendientes de las acciones que se desarrollan, armado de un gran valor, porque así se requiere, cierra su mano como tenaza de acero y sujeta con gran fuerza el pretal gritando “¡puerta!”…
Se escucha el crujir de las bisagras y todos los asistentes se concentran en los movimientos de la bruta, que con desesperación y por su instinto animal, trata de desmontar al charro que lleva sobre sus lomos.