Jueves, 26 de Diciembre 2024
Deportes | Por Héctor Huerta

Atuendo futbolero

“Un hecho vale más que todo un mundo de promesas”. Jacob Howell.

Por: EL INFORMADOR

* “Chicharito”: la vista en el infinito, los pies en el suelo

Javier Hernández Balcázar, a quien el futbol por razón de sangre lo llama “El Chicharito” (hijo de chícharo, chicharito...) vive el mejor momento de su breve carrera futbolística. Y para fortuna de todos, mantiene los ojos en el cielo y los pies en el suelo.

El surgimiento de un goleador en el futbol mexicano suele celebrarse como un acontecimiento poco visto y, por tanto, destacable.

Ante el apetito insaciable de la industria del deporte de alta competición de entronizar ídolos, la presencia de un goleador carismático, que además porta los colores sagrados de Chivas, es un asunto para tomarlo en serio, en ambos sentidos. En el primero, para aplaudir al joven de 21 años (nacido el 1 de junio de 1988) por su racha goleadora; y en el segundo, para lanzar una señal de alerta ante las exageraciones tan comunes en este medio.

Javier Hernández, “El Chicharito”, no es un fenómeno para exhibir en el circo de las celebridades. Es el hijo de Javier y de Silvia, el nieto de don Tomás y doña Lucha. Es la joven promesa del futbol mexicano que tiene hambre de gol, de gloria, de escribir su propia historia. Su herencia tiene mucho que ver con la Selección mexicana.

En su hogar, el abuelo Tomás Balcázar cumplió con su tiempo, destacándose con un gol ante Francia en el Mundial de Suiza 1954; y su padre Javier Hernández cumplió con una carrera destacada, en la que también fue convocado al Mundial de México 86, aunque no jugó.

Este “Chicharito”, por herencia, está obligado a responder no sólo uno, sino a dos apellidos que tiene gloria propia en el futbol. Pero esa obligación intrínseca también tiene su lado favorable: Javier olió desde la cuna el linimento del vestidor y por lo tanto nació, creció y se alimentó de futbol. En su casa el tema central era el futbol. Caminaba futbol, platicaba futbol, vivía apasionadamente el deporte familiar por excelencia.

Aunque todo el medio se desubique y empiece a inflar el globo (costumbre de todos los tiempos), resulta altamente gratificante que el más ubicado en este circo incontrolable de la fama, sea el propio Javier, quien está recibiendo con serenidad el alud de elogios.

El “Chicharito” tiene bien puestos los zapatos de futbol y de civil en el suelo. Su hambre se vuelve apetito insaciable en la cancha. Quiero un gol, otro, otro y otro. Y los busca con la izquierda, de cabeza, de derecha, igual golazos que chiripazos. Trae fina la puntería porque de los cuatro goles actuales uno fue producto de la precisión (el segundo ante Tigres) y los otros tres de la fortuna. El goleador es la suma de sus aciertos, los errores del contrario y la ayuda solitaria de la diosa fortuna, que nunca debe alejársele y con la cual hay que estar siempre agradecido porque aunque no tenga uniforme, también juega.

Su potencia, su determinación, su olfato goleador (estar en el segundo preciso y en el lugar correcto para rematar) y sus ganas de ser un jugador distinto entre muchos iguales, han merecido el reconocimiento del medio, pero también se ha prendido el semáforo de alerta porque, bien lo dijo Jorge Valdano, “nadie puede permanecer indemne cuando lo atropella el tren de la fama”.

¿Es Javier Hernández una promesa? No. Hace rato dejó atrás esa etiqueta.

¿Entonces es Javier Hernández el nuevo fenómeno del futbol mexicano? Tampoco. Las desproporciones son las peores amigas del equilibrio emocional que necesita un jugador como él, con un objetivo muy claro. Javier Hernández hablará con todos de objetivos colectivos con Chivas, como calificar y pelear el título. Pero en su interior, él lo sabe mejor que nadie (y es mejor que por prudencia se siga absteniendo de hacerlo público) que su objetivo está en Sudáfrica 2010. Para esas fechas, sus 22 años son una extraña mezcla de esperanza-realidad para la Selección Nacional.

Javier Hernández también sabe que el futbol no solamente es la universidad de la vida, sino que tiene diversos trámites por cumplir. Primero fue debutar, luego ser titular de un equipo como Chivas, y posteriormente vendrán los objetivos de mayor nivel, como ser convocado a la Selección, esperar su momento y cuando llegue la oportunidad de ser titular, responder con goles.

Más que celebrar los goles del “Chicharito”, es momento de reconocer que el hambriento goleador que ven en la cancha, es también un joven que ha encontrado su centro de equilibrio para no despegar los pies del piso. Hasta ahora ha enfrentado con serenidad franciscana los durísimos golpes de la fama.

Pero en la cancha, que siga despierta la fiera. Venga, Javier, que sea por el orgullo del apellido, por el viejo Balcázar y su querida Lucha, y por tu padre Javier y tu madre Silvia. Y por el resto de la familia. Ellos, como millones de mexicanos, esperamos que te respeten las lesiones, que te bendiga la salud y que hagas estallar en goles toda esa fuerza genética nacida de un doble apellido. Traes en el ADN el futbol y en los ojos el gol.

Hoy que todos están hablando de ese personaje que se desprende de ti mismo, ten cuidado de los elogios frívolos, de los amigos equivocados, de los profetas falsos, de los apologistas del momento, y concentra toda tu fuerza psicomotriz en lo que mejor sabes hacer dentro del campo: en hacer goles. Tú y el balón por delante, para seguir cimbrando las redes con el gol, ese sello de identidad que te distingue.

Que tu familia y los aficionados sigan gozando en el presente los goles del ayer, mientras tu preparas desde el entrenamiento de hoy los goles del mañana.

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