* Mourinho

Una viñeta, aprovechando la reciente conmemoración del trágico episodio final de la vida de Judas, podría resumir la “guerra de colosos” que enfrentó en cuatro ocasiones en veinte días al Real Madrid y al Barcelona: José Mourinho, técnico de los “merengues”, colgado de un árbol... con su propia lengua a guisa de lazo.

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El resultado del encuentro de ayer (1-1) en el Camp Nou, pone al Barcelona en la final de la Liga de Campeones, y cancela la única posibilidad de que Mourinho, a base de resultados, salvara la papeleta y cumpliera con la encomienda de sus dirigentes y la exigencia de los simpatizantes del Madrid.
La Copa del Rey, conseguida merced a la victoria en el segundo de los cuatro famosos cotejos, se limitó a ser un premio de consolación. En el balance, muy poco ante el título de Liga que prácticamente tiene asegurado el Barsa, más la opción de conquistar la “Champions” en el duelo que lo enfrentará al Manchester United (si prevalece la lógica)... o al Schalke 04 (si lo hace la sorpresa).

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Se dirá que terminar un paso atrás del Barcelona no representa ningún desdoro. Ni siquiera para el Real Madrid, con todo y su doctrina de ser “el mejor... a cualquier precio”.
Lo trágico para Mourinho, sin embargo, fue que su verbo --fiel a su estilo-- tuvo un protagonismo excesivo. Y aunque la UEFA decidió desentenderse de los dimes y diretes de corte arrabalero en que Mourinho y Pep Guardiola --técnico del Barcelona-- se enfrascaron varias veces en las últimas tres semanas, en el saldo definitivo prevaleció la convicción de que el Madrid traicionó su propia filosofía y sus jugadores se comportaron más como mercenarios que como herederos de los lauros de uno de los mayores equipos en la historia del futbol, al jugar ante el Barsa como lo hicieron: especulando; esperando atrás al adversario; tratando de sacar el resultado destruyendo por sistema el juego del rival, y buscando la victoria, a partir de la máxima de que el fin justifica los medios, por la vía del pelotazo vil y de la esperanza de un remate afortunado (como el cabezazo de Cristiano Ronaldo en la final de la Copa del Rey).

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No pasará mucho tiempo para que se confirme que José Mourinho no pasó de ser una simple anécdota en la gloriosa historia del Real Madrid.