* Luz... y sombra

De lo sublime a lo ridículo sólo hay un paso. Y viceversa.
Ejemplo de esto último: apenas estaba el observador afilando el estilete,  preparando sus mejores ironías para dedicárselas a Alejandro Palacios (el “Picolín II”), por la chambonada que se tradujo en el gol con que el Guadalajara abrió el marcador --y olió la victoria--, ayer en la capital, cuando la genialidad de Javier Cortés, en el lance que valió el boleto (y las penurias para conseguirlo), y, de paso, volvió a la vida a los “Pumas”, lo obligó a cambiar de canal.

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Llegaron las “Chivas” a la capital con toda la traza de casi seguras víctimas. Primero, porque los universitarios eran (ex-aequo con el San Luis) líderes --invictos, además-- de la clasificación general. Segundo, porque los rayados han tenido en este Torneo de Clausura 2011, como marca de la casa, la mediocridad; ahí están, para probarlo, los números: una victoria, cuatro empates (ya contado el de ayer) y una derrota; apenas cinco goles anotados --menos de uno por partido-- y siete recibidos. Tercero, la historia (que no juega, es cierto..., pero refleja realidades), adversa a los rayados, especialmente cuando estos duelos se disputan en el bonito Estadio de la Ciudad Universitaria.
El empate --de justicia, por lo que hicieron los dos equipos-- exhibe, por enésima vez, las notorias limitaciones del actual Guadalajara; principalmente, la escasa creatividad y la nula contundencia: esto último a partir del hecho consignado líneas arriba: que su gol tuvo, casi seguramente --y sin ánimo de chotear la mercancía-- más de pifia de Palacios que de acierto de Báez.

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Todo eso mientras los Estudiantes Tecos entregaban la bandera como visitantes del Morelia en menos de 15 minutos, y el Atlas tenía todo el domingo para rumiar su frustración porque la noche del sábado, como locales ante Santos Laguna, sacaron nota reprobatoria en los dos departamentos esenciales: en uno, por las facilidades que dieron para los goles de los “Guerreros”; en otro, porque su “ataque” --especialmente desde el minuto 56, cuando la expulsión de Baloy les dio ventaja numérica en la cancha-- se limitó a ser una tan vulgar como estéril “feria del pelotazo”.

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(Por cierto: sería interesante saber quién apodó a Lucio dos Santos como “El Pelé Blanco”. Quizá sea el único terrícola que ni maldita idea tiene de quién fue Pelé).