Miércoles, 23 de Octubre 2024
Deportes | Por Jaime García Elías

* ¡Cuerda...!

Por Jaime García Elías

Por: EL INFORMADOR

Para los dirigentes de Santos Laguna, Romano atentó contra los valores de la institución y eso es suficiente para despedirlo.  /

Para los dirigentes de Santos Laguna, Romano atentó contra los valores de la institución y eso es suficiente para despedirlo. /

Drástica hasta la pared de enfrente y todo lo que se quiera, la decisión de los dirigentes del Santos Laguna, de cesar de manera fulminante a Rubén Omar Romano y todo su cuerpo técnico, debido a que “su reacción (los gestos y palabras de Romano, muy particularmente) hacia la afición, durante y posterior al encuentro (ante el Querétaro, el sábado), atentó contra los valores que esta institución promueve y representa”, es inobjetable.

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Los puntos de vista de quienes han considerado que los dirigentes del equipo coahuilense se excedieron, por sensatos que parezcan, están --para decirlo con una expresión 100 % futbolera-- en flagrante fuera de lugar. Si Romano guardó silencio una vez que se hizo pública la decisión tomada por el alto mando, es porque sabe que él mismo puso el pescuezo debajo de la guillotina.
Rubén tenía motivos sobrados para enojarse... Primero, la derrota. Segundo, los agravantes: se produjo en su propia cancha, y ante un rival que dista mucho de ser la versión mexicana del Barcelona, el Inter o el Borussia Dortmund. Tercero, las imprecaciones de los aficionados (“Mediocre”, “perdedor”, etc., por consignar los que implican un calificativo aconsejado por la comprensible frustración, pero no una ofensa propiamente dicha), que calientan a cualquiera. Cuarto, porque los aficionados “vociferamentativosos” se escudan en el relativo anonimato de la muchedumbre. Quinto, porque, más que la frustración por la derrota, la fuente de inspiración de dichos desahogos suele ser el alcohol...

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Así y todo, si la institución tiene un código de conducta que establece que quienes laboran en ella deben tener como regla suprema el respeto irrestricto al público, incluso si éste se propasa, Romano estaba obligado, moralmente, a tragar camote --para decirlo de manera elegante--... sin perjuicio de pensar, en su fuero interno (porque un código de ética puede determinar actitudes, pero no puede erigirse en policía del pensamiento o de la conciencia de nadie), que “A palabras de marrano --por los desahogos de los patanes amontonados en la grada--, oídos de chicharronero”.

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La decisión tomada por los dirigentes del Santos Laguna, pues, drástica y todo --amén de lamentable, porque no será fácil que Diego Cocca dé la medida para llenar los zapatos de Romano--, es sana por el mensaje que envía: que en ese club no se sacrifican los principios en aras de las conveniencias.

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