Martes, 26 de Noviembre 2024

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Deportes | Por Jaime García Elías

* Bravatas

Por Jaime García Elías

Por: EL INFORMADOR

Vergara pide un imposible a la afición chiva, mal acostumbrada a no tener paciencia. MEXSPORT  /

Vergara pide un imposible a la afición chiva, mal acostumbrada a no tener paciencia. MEXSPORT /

La palabra “paciencia”, en el Guadalajara, está en flagrante “off-side”. Ese vocablo no está en el léxico de los “Chivas... y qué”.

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Para usar esa palabra como la usó, pidiendo a los simpatizantes del “Rebaño Sagrado”, a la vista de la mediocridad del desempeño del equipo rayado y de la pobreza de sus resultados en el actual Torneo de Clausura, el ejercicio de la virtud teologal que la Real Academia define como “capacidad para padecer o soportar algo sin alterarse”, el dueño de los destinos del juguete rojiblanco debería saber que tiene que pagar derechos de autor... al Atlas.
Los rojinegros sí que saben de paciencia. ¡Vaya si lo saben...! Sesenta años --más los que aún se acumulen-- de ejercitarla, los convierten en émulos aventajados de Job, el profeta bíblico que hizo méritos, desde sus lejanos tiempos, para convertirse en santo patrono de los rojinegros.

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Los seguidores del Guadalajara están hechos de otra madera. Están mal acostumbrados... Los que hicieron de su predilección por las “Chivas” una profesión de fe, lo eligieron, originalmente, por tres razones, sobre todo: una, que el equipo tomó el nombre de una ciudad que fue --y quizá aún sea-- símbolo de la mexicanidad; otra, que la institución adoptó una política nacionalista... aunque ello le significara sacrificar sus perspectivas de triunfos y de títulos, a favor de equipos que no tienen empacho (signo del profesionalismo) en incorporar jugadores extranjeros en sus elencos; y la otra, que el Guadalajara, al saltar del “Ya merito” al “Ya chole”, los hizo creer que toda la Luna era de queso.

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Es, en todo caso, el dueño del juguete quien debe ejercitar la virtud de la paciencia para soportar, sin alterarse, las reacciones de los aficionados ante la falta de resultados acordes con la historia del verdadero equipo del pueblo, que él --en todo su derecho, por lo demás, puesto que encontró las condiciones propicias para ello-- supo transformar de un club que pasaba penurias para sostenerse como tal, en una empresa exitosa.
Además, él mismo se puso el mecate en el pescuezo: nadie le torció el brazo para que difundiera “urbi et orbi”, en una de sus peculiares bravatas, el compromiso de dar al público “el mejor equipo”, “el mejor entrenador”, “los mejores jugadores”... e incluso “las mejores guasanas” de las inmediaciones del estadio.
Moraleja: “El que habla, se emboleta...”.

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