* Bocaza

Protagonismo. Torpeza. Afán de figurar...

Cualquiera de esas opciones resulta válida, en este momento, para calificar la inopinada irrupción en escena de Justino Compeán, presidente de la Federación Mexicana de Futbol, al efecto de anticipar, aprovechando los reflectores que le enfocaron en Pachuca, que habrá “sorpresas” en la lista de seleccionados nacionales para el encuentro amistoso del 9 de febrero próximo, en Atlanta, frente a Bosnia-Herzegovina.

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No es que Compeán no tenga por qué saber que habrá tanto presencias como ausencias llamativas en esa lista de jugadores: después de todo, es parte inevitable del proceso. Es que no tiene por qué abrir la boca... especialmente porque la que está por anunciarse, será la primera lista confeccionada por Chepo de la Torre, en su calidad de flamante --y, de hecho, aún inédito-- técnico nacional.

El proceso lógico debería ser otro: primero, el anuncio, escueto, de la lista; segundo, la justificación, llegado el momento, tanto de algunos convocados como de los correspondientes “cepillados”... Esto último, sin embargo, tendría que correr a cargo del Chepo, para no dar la sensación de que el entrenador nacional que se deja ver en estadios y canchas de entrenamiento, enviando a eso que llaman “la familia futbolera” el saludable mensaje --especialmente después del reciente desencanto del Mundial de Sudáfrica-- de que ningún jugador tiene las puertas cerradas “a priori” y de que él no está comprometido con nadie, es un muñeco... y de que Compeán es el ventrílocuo.

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El dirigente, además, hubiera hecho bien en respetar las funciones del técnico, y en declarar, en todo caso, que respaldaría las decisiones que tomara el Chepo... hasta que los resultados, en todo caso, obligaran a rectificar.

Compeán, hay que recordarlo, estuvo detrás de las pifias que fueron, en su momento, las designaciones de Hugo Sánchez y de Sven-Goran Eriksson como técnicos nacionales. Y, además, se desbocó en aquella filípica en que prácticamente daba por hecho que México llegaría al quinto partido “y aun más lejos” en el reciente Mundial.
Compeán, en suma, en función de las piedras en que ha tropezado, ya debería haber aprendido la lección...

Debería haber aprendido a levantarse todas las mañanas y, después de santiguarse, recitar esta oración: “Dame, Dios mío, la prudencia necesaria para no caer en la tentación de abrir la boca... sin tener la certeza de que no voy a meter la pata. Amén”.