Viernes, 22 de Noviembre 2024
Cultura | Por: Enrique Navarro

Visiones de Atemajac

A propósito de museos

Por: EL INFORMADOR

El Gobierno Estatal ha anunciado con bombo y platillo y en fecha muy reciente (primeros días de diciembre de este 2009) la creación del Museo Barranca de Arte Moderno y Contemporáneo en Guadalajara.

A propósito de museos, convendría tejer varias reflexiones. Vivimos en una ciudad donde las autoridades nos han dado a los ciudadanos y contribuyentes gato por liebre por largas décadas, esto es: se han abierto supuestos museos, los cuales, dado lo precario de sus acervos, programas y presupuestos, no llegan más que a galerías refrigeradas o centros culturales con relativo impacto. Sólo el Museo Regional, con sus respetables acervos y venerable edificio merece el nombre de MUSEO, con mayúsculas.

Por ello, en principio, el anuncio del proyecto Museo Barranca es bienvenido. Todo proyecto que detone el desarrollo de las artes, la cultura y el turismo regionales guarda una obvia (lo mismo que estratégica) importancia. Recibámoslo con entusiasmo, pero también -insisto- con una razonable cautela. Recordemos que el fallido Guggenheim también estuvo rodeado de fuegos de artificio. Tampoco al proyecto de las 100 manzanas del Centro Histórico le fue muy bien que digamos. El estira y afloja de la Villa Panamericana es otro botón de muestra.

Deseamos que el Museo Barranca sea, en efecto, un foro para exhibir y promover lo mejor del arte regional y mexicano, así como una atractiva ventana al mundo del arte internacional. Lo que no deseamos es que sirva como trampolín de lucimiento político, social y empresarial o, peor aún, que devenga con los años en otro clásico “elefante blanco”, tan frecuentes en nuestro medio.   

Hay muchas variables que deben ser atendidas para que el Museo Barranca sea viable y trascendente. Un aspecto tiene que ver con su esquema de financiamiento, patronazgos y sustentabilidad. Los recursos públicos y privados deben planificarse, transparentarse y garantizarse para su correcta operación en el corto, mediano y largo plazo. Otro tiene que ver con su impacto ambiental e infraestructura urbana. Mínimo, se debe contrarrestar el riesgo de degradación de la porción de Barranca cercana al emplazamiento del nuevo museo, así como diversificar las vialidades para desahogar el cuello de botella que ya se forma en el extremo norte de la Calzada Independencia.

Por otro lado, se debe clarificar la política cultural que rija el accionar y la programación del nuevo museo. Me refiero tanto a la Ley de Asuntos Culturales estatal vigente o a la instancia rectora que lo cobije (¿Secretaría de Cultura? ¿Comité directivo autónomo? ¿Esquema mixto? ¿Representantes gubernamentales, académicos y de la iniciativa privada?) como a la filosofía, misión y objetivos que de manera particular el proyecto museístico persiga.

¿Cuáles deben ser los criterios que definan el perfil, programa y acciones? Los que se desprendan de una filosofía bien premeditada, pero elaborada por todos los actores de la región: artistas, galeros, curadores, investigadores. Solamente los proyectos incluyentes, plurales y democráticos prosperan hoy en día. Es en función de tal filosofía y altura de miras que se debe invitar a los mejores cuadros directivos, gestores, técnicos e investigadores culturales para encabezarlo. En Guadalajara, los hay excelentes pero se pueden complementar con los venidos de otras latitudes de probada capacidad y buena voluntad.

Ahora bien, ¿con qué obras se integrará el nuevo acervo? El Estado (a través del Cabañas) resguarda la Colección del Pueblo de Jalisco, la Mathías Goeritz y algunos cuadros de caballete de Orozco. Son buenos puntos de partida, pero, obviamente, urgirá acrecentarlos y actualizarlos. A mi juicio, buena parte del éxito del museo Barranca estribará en la compra directa de mucha obra significativa de los artistas vivos de la región. Por tanto, dentro del esquema de financiamiento se deben garantizar de manera prioritaria los recursos para acrecentar permanentemente un acervo propio.

Una gestión hábil permite, además, todos lo sabemos, involucrar a los coleccionistas particulares para que donen obras. Esta gestión, sin embargo, sería vana si antes no se garantizan políticas y marcos jurídicos confiables, así como la transparentación permanente de los recursos.                   
Carmen Marín de Barreda ya desde 1964 había pugnado ante el gobernador Gil Preciado por un museo de estas características. Ella sólo hizo eco de las inquietudes de la comunidad artística e intelectual de la región. Ojalá que todas estas voces exijan ser escuchadas.

navatorr@hotmail.com

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