Martes, 26 de Noviembre 2024
Cultura | Enrique Navarro

Visiones de Atemajac

Dr. Atl (XIII)

Por: EL INFORMADOR

La aceptación del Premio Nacional me da pie para comentar el fenómeno de cooptación de intelectuales y artistas y la asimilación de visiones críticas que el Estado mexicano ha practicado desde tiempos antiguos. Es muy difícil en estos terrenos no decir "el que esté libre de pecado…", aunque, para confirmar la regla, sí existen honrosísimas excepciones. No fue el caso del Dr. Atl.

Recordemos que el régimen de Porfirio Díaz lo becó y que su coqueteo con los líderes políticos y culturales de la Revolución fue constante, lo cual, aunado al Premio del 46, desemboca en la validación de la obra pictórica de nuestr
o personaje como patrimonio nacional decretada, claro está, por el Estado.

Es cierto que tales cooptaciones tienen sesgos claramente perversos o negativos: comprar conciencias no es precisamente una inocentada, pero también es verdad que sin el concurso y apoyos del gobierno no tendríamos buena parte del pensamiento, obra creativa y circuito de museos mexicanos. Aquí lo interesante es que, más allá de la tentación de imponer mordazas o marcar líneas, y más allá de dejarse seducir por el canto de las sirenas, tanto el Estado como los artistas e intelectuales establezcan una relación de respeto, tolerancia y autonomía.

Antes, la censura y la represión que la "dictadura perfecta" -encarnada en los oscuros soldados de los regímenes priistas posrevolucionarios- ejercía sobre la vida nacional era omnipresente. Muchos artistas e intelectuales claudicaron y fueron absorbidos. Otros, de manera prácticamente heroica, se mantuvieron firmes.

Hoy en día, gracias a los renovadores vientos democráticos, se ampliaron los márgenes de libertad de expresión, pensamiento y creación. Sin embargo, seamos sinceros, no están plenamente garantizadas. Existen reductos por conquistar y tabúes por desmitificar. El escenario actual debe valorarse, por tanto, con las reservas del caso.

Hoy en día, estos temas presentan novedosas aristas, como por ejemplo, la urgencia por democratizar la toma de decisiones en los rubros culturales tomando en cuenta a todos los actores y ciudadanos representados; el impostergable compromiso que los medios, empresarios, universidades y gobiernos locales deben clarificar en torno al apoyo, difusión y reforzamiento de valores, obras y símbolos de alta significación cultural. O bien: ¿Cuál debe ser el papel actual del Estado en materia cultural, más allá de paternalismos o rectorías? ¿Cuál el de las industrias culturales? ¿Cómo diversificar las fuentes de financiamiento? Y ¿cómo encarar la tensión entre las culturas locales o regionales con el mercado global?, entre otras muchas disyuntivas por resolver.

De tal manera que, a reserva de ahondar en el debate de nuestros procesos de libertad de expresión, pensamiento y creación; o de renovación y democratización del Estado paternalista, benefactor y legitimador de ciertas ideas y creaciones; o de romper el círculo vicioso dependencia-rebeldía-asimilación establecido en ocasiones entre ciertos artistas e intelectuales beneficiarios y el sistema, considero que la balanza es positiva, pues –insisto- también han existido áreas luminosas en el proceso.

Partiendo de sus innegables méritos, qué bueno que la obra del Dr. Atl (y Herrán y Velasco y Orozco y Rivera, entre otros) sea patrimonio de todos los mexicanos y, lo que es mejor, qué bueno que sea aceptada, valorada y respetada tanto en las coincidencias como en las discrepancias. Aquí los argumentos estéticos y humanistas prevalecieron sobre los políticos e ideológicos.
navatorr@hotmail.com
 

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