Martes, 26 de Noviembre 2024
Cultura | Enrique Navarro

Visiones de Atemajac

Dr. Atl (XII)

Por: EL INFORMADOR

La comunión del Dr. Atl con los volcanes y el paisaje mexicano fue como una vigilia obsesiva previa a la revelación. Peculiares habían sido el temperamento y la vida del artista; peculiares también sus temas y visiones; peculiares, por tanto, tenían que ser sus materiales y recursos técnicos. Ya habíamos mencionado los atlcolores. Agreguemos la petrorresina y el temple enriquecido con óleo.

Técnicas todas propensas a la mixtura y aplicación pastosa sobre superficies de todo tipo. Técnicas aptas para subrayar, enfatizar ideas… remachar emociones. Conjuro de desasosiegos. Catarsis.

También se valió de la perspectiva curvilínea y del aeropaisaje. La primera, gracias a sus posibilidades de distorsión un tanto cuanto dramática, la manejó como anillo al dedo. Recordemos que el Dr. Atl proyectaba en sus trabajos cierto paroxismo. Esta mórbida exageración de las formas, perspectivas y violentos colores contrastados tiene, en ciertas obras de ciertos pintores, un inefable sabor a caricatura. Es el caso de Orozco, es el caso del Dr. Atl. No sé si esto sea una virtud o un defecto.

Lo que me queda claro es que el espectador que se enfrenta a tales obras tiene que tener una disposición clara para asimilarlas, si no llegan a convertirse en visiones chocantes y desagradables. Éstos y otros autores gustaban de jugar en el filo de la navaja. Ya depende de quién interpreta y hace las lecturas si se corta o no. No deja de ser curioso, por lo demás, que el Dr. Atl, tan terrenal, tuviera que elevarse por los aires para tener visiones cabales de sus objetos.

Supo aprovechar las ventajas de las avionetas y los helicópteros. Quería abarcarlo todo en una sutil actitud megalómana.

Veleidoso, por un lado acepta en 1946 el Premio Nacional de Ciencias y Artes, por otro, rechaza en 1951 un sitial en El Colegio Nacional. En torno a esta renuncia, el Dr. Atl lo explica de la siguiente manera: "Mi dimisión como miembro de El Colegio Nacional no obedece a causas fortuitas: es la consecuencia lógica de mi falta de espíritu de asimilación, de mi vida azarosa, sin finalidades, desorbitada, incapaz de someterse a una disciplina ni a discusiones amables.

Toda mi vida ha sido una constante repudiación a la costumbre y a recibir honores…". Tales palabras lo retratan de cuerpo entero. El Dr. Atl, en un sincero ejercicio de autocrítica, pinta su raya con respecto a las instituciones y define una postura congruente con sus límites y vida indómita. No dejaba de ser paradójico, sin embargo, que nuestro personaje, tan propenso a los discursos y las arengas, no le interesara la tribuna de El Colegio Nacional.

Parece que las aguas de la juventud se habían calmado. Para entonces ya era un maduro septuagenario… un venerable anciano con aspecto de profeta bíblico anunciando, desde su trinchera agnóstica, la buena nueva.

navatorr@hotmail.com

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