Martes, 26 de Noviembre 2024
Cultura | Enrique Navarro

Visiones de Atemajac

Dr. Atl (X)

Por: EL INFORMADOR

En 1921, un visionario Dr. Atl escribe y logra publicar Las artes populares en México, verdadero estudio inaugural de las revalorizaciones que las artesanías mexicanas experimentaron al calor de los emergentes postulados revolucionarios. Esta difusión y puesta al día de una de las vertientes más vigorosas de la cultura popular mexicana será, sin duda, uno de los aportes más puros y significativos que el polémico pintor brinda al entorno cultural de su momento.

El Dr. Atl, con ello, se suma a toda una pléyade de investigadores, artistas plásticos y cineastas, quienes, desde su trinchera y sus particulares visiones, justipreciaron al arte popular mexicano perfilando el impacto que dicha esfera, en apariencia modesta pero finamente entretejida con otros muchos ámbitos, ha mostrado en el proceso identitario y la (re)construcción del nuevo orden nacional. Casi nada. Touché maese Atl.

Vino después, como en cascada, su participación en publicaciones de todo tipo, las cuales, merced a lo variado de sus temáticas, a los irregulares niveles de calidad, a lo cuestionable de muchos de sus contenidos y enfoques y a lo dispar de sus alcances y trascendencia, no hacen sino reflejar, sí, la imperiosa necesidad que nuestro autor tenía de expresar y canalizar sus ideas, pero también reflejan su impulsiva personalidad y su crónica inestabilidad interna.

Debemos mencionar pues, con las reservas que el caso amerita, desde Iglesias de México y Oro más oro hasta Cuentos bárbaros o el indiscreto Gentes profanas en el convento; incluyamos el utópico Petróleo en el Valle de México o el singularísimo (ése sí) Cómo nace y crece un volcán o bien su irreverente El Padre Eterno, Satanás y Juanito García, pasando (lo más rápido posible) por sus inefables artículos pro fascistas publicados entre 1932 y 1942 en periódicos capitalinos (Excélsior, Novedades y El Universal) o por su paranoico y lamentable folleto antisemita denominado Los judíos sobre América.

El estrambótico Un grito en la Atlántida me sirve para confirmar que, salvo la crónica en torno al Paricutín o la divulgación impresa del arte popular y las iglesias mexicanos, el resto de sus delirantes y viscerales publicaciones poco o nada aportan a las ramas del conocimiento en que pretenden inscribirse.

A lo largo de estas líneas he tratado de evidenciar la complejidad de la personalidad y de las acciones y reacciones de nuestro personaje.

El Dr. Atl no se caracterizó por su verticalidad o por constituirse como un tronco sólido y lineal: son más bien las sinuosidades, los accidentes y los exabruptos su leif motiv. Es cierto que tenía bien fincadas las raíces, pero también lo es que parte del agua y parte de los minerales que las alimentaban estaban contaminados. Los frutos que el Dr. Atl brindó reflejaron tal condición: algunos fueron sanos y maduros, otros más bien agridulces y otros francamente carcomidos.

Su inestabilidad, por ejemplo, no solo es suya: también lo es del país que él vivió y de la familia (en apariencia disfuncional) que lo parió. Ahora bien, su rol de adolescente permanente y su afán de protagonismo y afecto lo empujaron, entre otras cosas, a redactar libelos irreflexivos e inmaduros, a vivir correrías y bandazos políticos de epopeya, a vivir amoríos y soledades atropellados o bien -y ésta sería la parte luminosa- a tener las fuerzas para escalar volcanes y generar una potente obra pictórica.

No justifico, de ninguna manera, sus errores o sus excesos: era ya un adulto. Solo trato de comprender sus motivaciones y las distorsiones que un temperamento crónicamente inmaduro propiciaba en su trayecto vital.

navatorr@gmail.com

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