Martes, 26 de Noviembre 2024
Cultura | Enrique Navarro

Visiones de Atemajac

Dr. Atl (VIII)

Por: EL INFORMADOR

Asesinado Carranza, el Dr. Atl tuvo que pagar la factura de su filiación al caudillo coahuilense. Defenestrado por el emergente obregonismo, fue encarcelado en Santiago Tlatelolco, de donde logra escaparse al poco tiempo aparentemente vestido con ropa de mujer.

Acto seguido, según Lupina Lara en el primer tomo de Vision de México y sus artistas, el Dr. Atl vaga errante durante meses por las calles de la capital mendigando en los basureros junto a los niños de la calle. Otras versiones precisan que solo fueron pocos días. El caso es que nuestro personaje, una vez más, vivió en carne propia la miseria, el abandono, el hambre, la necesidad… tocó fondo.

Cabe preguntarnos, aquí en este punto, si todo lo experimentado por el Dr. Atl no implicaría motivos suficientes para desalentarlo existencialmente.

Parecía que su destino fuera controlado por "la última carcajada de la cumbancha". Pero, como veremos, incluso tirado en la lona, el Dr. Atl reacciona.

Su tuteo con los volcanes, sus futuros proyectos artísticos y, ¿por qué no?, sus amoríos de leyenda, lo requerían puesto en pie. ¿De qué pasta estaban hechos estos hombres? Hoy en día, si volteamos para observar el panorama cultural y político de nuestro entorno, podemos constatar, con vergüenza ajena, que la "caballada" está verdaderamente flaca.

Cabe precisar, sin embargo, que aparte del propio instinto de sobrevivencia del Dr. Atl, también influyeron en su "rescate" dos personas clave: me refiero al editor Rafael Loera y a su antiguo compañero de los Batallones Rojos Ángel Gutiérrez.

El primero le ayudó económicamente pidiéndole traducciones de poemas; el segundo lo llevó a lo que sería su portentosa guarida: el Exconvento de la Merced.

La vida, díganmelo si no, es un juego de compensaciones. Después de los ayunos y tribulaciones de los últimos ocho años, el Dr. Atl sería recompensado con un suculento banquete: no solo retomó sus caminatas por el Popocatépetl y reorganizó sus afanes pictóricos, sino que viviría una intensa y revitalizante relación sentimental con Carmen Mondragón.

Este último "Bocatto di Cardinale" lo degustó con pausado desenfreno, no importando consecuencias ni indigestiones, pasándole conscientemente una factura a la vida. Eran tiempos de revancha. Topara donde topara, total: para eso era la vida.

navatorr@hotmail.com

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