Jueves, 28 de Noviembre 2024
Cultura | Critica musical

Una batuta magistral

Por: Jaime García Elías

Por: EL INFORMADOR

La Orquesta Filarmónica de Jalisco. E. BARRERA  /

La Orquesta Filarmónica de Jalisco. E. BARRERA /

GUADALAJARA, JALISCO (10/JUL/2011).- La exquisita Octava Sinfonía, de Dvorak, fue el feliz pretexto para que la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ) cumpliera un desempeño sobresaliente en el quinto concierto de la segunda temporada de 2011, denominada Más allá de las fronteras. Cambiando las caras de la música. Y el catalizador, esta vez, fue el director búlgaro Vladimir Kiradjiev.

Una pena, por cierto, que Kiradjiev no participe en el concurso para la designación del próximo titular de la OFJ. Si lo hiciera, llevaría, probablemente, el suéter de líder en la competencia. Sobrio, preciso, eficiente; hábil lo mismo para transformar en música partituras complicadas, como la de Olas Recurrentes, de Karlowicz (un poema sinfónico denso, con pasajes brillantes, con evidentes infuencias wagnerianas, construido sobre un leit motiv de seis notas), que para sacar toda la belleza contenida en la ya encomiada Octava de Dvorak que fue el plato fuerte de la noche; expresivo, principalmente, sin recurrir para ello a afectaciones manieristas, el director huésped en la velada del viernes en el Teatro Degollado convenció a todos: a los circunstantes (poco más de media sala) y a los músicos, reacios a disputarle la segunda ronda de aplausos al final de la sesión.

Sin perjuicio de los casi inevitables pintitos en el arroz (algunas asperezas y disonancias entre los metales), la interpretación de la Octava fue casi de antología. El tempo, justo; el fraseo, impecable; el equilibrio de secciones, irreprochable; la dosificación de matices, magistral: los pianos, pianos; los fortes, verdaderamente fortes. Donde Dvorak pidió dulzura, la hubo; donde demandó energía, lo mismo.

Kiradjiev, además, aprendió pronto: los aplausos, por demás inoportunos, al final del primer movimiento del Concierto para contrabajo, de Dragonetti, le permitieron anticiparse y cortar la posibilidad de que la impertinencia se repitiera al final del primer movimiento de la obra culminante de la velada.

A cambio de todas esas de cal, la de arena corrió por cuenta de Hipólito Ramírez Durán, principal de sección en la OFJ y habilitado como solista en el Concierto de Dragonetti. Es cierto que Gary Karr, cuando llegó a tocar en el Degollado, dejó la vara demasiado alta. Ramírez, empero, ni siquiera compitió: flaqueó notoriamente en volumen. Tanto en el Concierto (una belleza, por cierto, propicia para el lucimiento de un instrumento que pocas veces sobresale por su brillantez) y en el encore que obsequió, la onda sonora difícilmente llegó más allá de la tercera fila de butacas.

Al final de la velad a, la OFJ dedicó Las Mañanitas (por obvias razones) a uno de sus músicos.
El programa, como de costumbre, se repite este mediodía, a partir de las 12:30 horas, en la misma sala.

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