Sábado, 30 de Noviembre 2024
Cultura | El fotógrafo Antonio Turok visitaba Nueva York, el día que ocurrieron los atentados

Un mexicano en el horror

Al enterarse de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el fotógrafo Antonio Turok salió con su cámara a registrar el desastre

Por: SUN

“Se sintió el temblor tras la caída del tercer edificio, los pájaros empezaron a volar, lo que hice fue voltearme y disparé”. TUROK  /

“Se sintió el temblor tras la caída del tercer edificio, los pájaros empezaron a volar, lo que hice fue voltearme y disparé”. TUROK /

CIUDAD DE MÉXICO (04/SEP/2011).- Antonio Turok se encontraba en Nueva York en septiembre de 2001. Había ido a conversar con la editora de su libro sobre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. A través de una llamada telefónica se enteró del choque del primer avión, prendió la televisión y observó el segundo ataque. No lo dudó, se trataba de un atentado. Tomó su cámara y salió con rumbo a las Torres Gemelas. En la calle, la histeria, los rostros del miedo.

Turok (ciudad de México, 1955) es reconocido mundialmente por sus fotos durante la guerrilla en Centro América, así como por su trabajo sobre fenómenos y conflictos sociales en México, como el levantamiento del EZLN y los maestros en Oaxaca.

Una de sus imágenes más reconocidas es la de un zapatista apuntándole con su arma, directo al corazón. “Sabía que no me dispararía, he estado en zonas de guerra donde han muerto mis amigos a lado mío”, comenta  en entrevista vía telefónica desde Oaxaca, en donde reside.

Otra de sus fotografías más destacadas es aquella que tomó el 11 de septiembre. Al caer el tercer edificio la tierra nuevamente se cimbró, los pájaros que se guarecían en los árboles cercanos a Wall Street, salieron volando en medio de la humareda.

A 10 años de distancia, comenta, el recuerdo es como una herida abierta.

Guarda en sus archivos personales una serie de fotografías de aquél episodio, que hasta hoy mantiene inéditas, pues una década no ha sido suficiente para menguar el dolor que provoca saber que el ser humano es capaz de aniquilarse con crueldad.

–¿Qué hacía en Nueva York aquél día?

–No sé si decir que fue un día de suerte. Como periodista nunca había presenciado una catarsis de esas dimensiones. Eso me recuerda un poco a lo que nos está pasando ahora. Cuando una persona deja de respetar a la población indefensa y trata de justificar sus acciones, es muy difícil tener un sentimiento lógico de un evento como el del 11 de septiembre. ¿Cómo es posible que una persona no tenga curiosidad y amor a la vida? A mí me asombra que el ser humano pueda llegar a ese extremo. ¿Cómo puede alguien, premeditadamente, ir a un lugar para matar personas, ¿no tienen familias, hijos?, ¿será por falta de oportunidades económicas que la gente se presta a esto? Son muchas mis preguntas, más que las respuestas que tengo.

–¿Cómo se enteró del ataque?

–Me quedé en un departamento que estaba de lado opuesto al lugar. Mi hermana me habló para decirme que prendiera la televisión porque acababa de ver que un avión se había estrellado en las torres. La prendí y en lo que estaba hablando con ella, vi el segundo choque, entendí que se trataba de un atentado. Agarré mis dos camaritas y me salí a la calle. Vi que la gente corría hacia el Parque Central, como si buscara espacios abiertos. Mientras la gente quería salir, yo trataba de meterme. Caminé todo ese día.

–¿Y en todo el camino, el caos?

–Sí, pero también el asombro. Nunca había visto a un neoyorquino tan dócil, agachado. Ese día todos estaban pasmados, nadie podía creer lo que había sucedido.

–¿El ambiente cambiaba mientras se acercaba al lugar?


–Empezó a haber más seguridad. Tuve que usar mis tácticas de periodista para darle la vuelta a las barricadas. Había policías, luego llegó el Ejército. Llegué hasta donde pude, al edificio emblemático de la Bolsa de Valores, en donde ya me recibieron con metralletas y tropas. Me vieron con la cámara y me preguntaron a dónde iba, dijeron que querían gente que ayudara, no que estorbara. Me quedé tomando fotos en la parte del centro. Había curiosos que deambulaban entre el polvo y la basura que estaba flotando. Se sentía como una novela de Juan Rulfo, la gente flotaba entre el desastre, era una sensación muy rara. Me acuerdo mucho de los miles y miles de papeles regados por todo el centro.

–¿Cómo captó la imagen de los pájaros?


–Eso fue como a las 4 de la tarde cuando decidí que tenía que irme porque me iba hacer daño estar oliendo toda esa basura, en eso se sintió el temblor tras la caída del tercer edificio, se nos vino encima la mancha de humo, entonces los pájaros empezaron a volar, lo único que hice fue voltearme, disparé y me eché a correr para tratar de ponerme en un lugar más cerrado porque sentía que me iba a ahogar, fue horrible.

–¿Tuvo miedo?


–No, lo único que pensé es que no tenía necesidad de seguir respirando toda esa mierda, pensé que no valía la pena. Ya había pasado lo peor, no tenía por qué tener miedo. Ahora me quedo con la reflexión de lo brutal que es el ser humano contra su prójimo, eso es lo que más recuerdo y lo que me sigue abrumando, saber que nos podemos hacer tanto daño.

–¿Conversó con la gente?


–No, nadie platicaba, no se podía con todo ese polvo. Todos deambulábamos sin saber del mundo, como si no pudiéramos creer lo que estaba pasando. Me acuerdo que llegué al primer retén, ya dentro de las primeras 20 cuadras del lugar, y el policía trataba de contener, pero  la gente le daba la vuelta, aproveché cuando algunos se quisieron meter. Nadie hablaba, fue una sensación muy extraña. Había un parque donde estaban reclutando voluntarios, tengo algunas fotos de eso y otras de algunos bomberos que estaban totalmente derrotados, sin poder entender lo que habían visto. Cuando me acerqué ya se habían caído las dos Torres Gemelas, salí como a las 10 de la mañana y llegué en la tarde, caminé más de 100 cuadras.

–¿Durante todo ese tiempo pensaba en algo o la mente se mantiene en blanco ante un suceso así?


–Sí. Está uno sin entender. ¿Cómo lo explicas? Es un poco lo que ahora me pregunto, ahora cuando veo la foto del Casino (Royale). Seguro que también pensé en cómo era posible que nos podamos hacer esto. Las preguntas fundamentales de la vida son que no sabemos de dónde venimos y hacia donde vamos, cuando se manifiesta un acto de terror te impactan más esas preguntas. No hay manera de explicarlo racionalmente.

–Ha sido testigo de muchos trágicos episodios, ¿aún tiene cabida la esperanza?

Lo que he vivido no lo ha experimentado el 90% de la población. Soy cada vez más cínico, pero la razón por la que continuo es porque tengo una hija de 12 años. No puedo hacer un juicio de lo que es la vida misma, tengo que apostar a que mi hija es guerrera, pensar que todo esto tiene un sentido y que las nuevas generaciones se están preparando para un nuevo mundo. Por eso uno tiene hijos. Es la única misión que vale la pena, la fotografía, la escritura, nada tiene tanto sentido como tener un hijo.

–¿Su hija lo mantiene vivo?

–¡Claro! No hay que perder la esperanza, si eso pasa, ya todo se acabó. La historia oscila entre el bien y el mal, a la fecha el ser humano ha salido victorioso. Imaginemos la época de las pestes, cuando se morían tres cuartas partes de la población y el ser humano salió victorioso, porque siempre hubo quien creyó en la vida y apostó por ella.

–¿Qué ha pasado con esa serie de fotografías del 11 de septiembre?


–Nunca hice gran cosa con esas fotografías. No sé si valdría la pena sacarlas, veo los negativos, pero me sigo con otra cosa. Estoy atorado con eso, tal vez porque es muy doloroso. Uno apuesta por la vida, esas imágenes son manifestaciones de terror y muerte. ¿Qué sentido tiene?, ¿a quién le va a servir?, ¿qué función tiene el arte, si es que le podemos llamar así? Es contradictorio, porque por otro lado debemos recordarlo. Un pueblo que deja de aprender de sus errores, deja de existir. Cuando trato de entender lo que me motivó a ir a varias guerras, recuerdo que de joven pensaba que mi trabajo mostraba los horrores, pero así podíamos aprender y trataríamos de no repetirlos. No fue así. Muchas personas ven mi obra y piensan que vivo del desastre. De hecho tengo amigos que me han dicho que me aprovecho y me duele que me digan eso.


   

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