Viernes, 29 de Noviembre 2024
Cultura | Por Carlos Vicente Castro

Un escritor obstinado en la esperanza

Yves Bonnefoy y más de mil jóvenes Por Carlos Vicente Castro

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (03/DIC/2013).- A Yves Bonnefoy le daba vergüenza publicar poesía en un inicio, le parecía contra natura, según contestó a uno de los mil y tantos alumnos de escuelas preparatorias que se apilaban en el Salón Juan Rulfo de la FIL, la gran mayoría hablantes de francés. No podía recordar qué había sentido al aparecer su primer libro, pues había pasado tanto tiempo, pero el encuentro con los lectores fue su manera de dar a conocer su obra.

El autor, nacido en Tours, Francia en 1923, quien en algún momento abandonó el estudio de las matemáticas por los de filosofía, decidido a consagrarse a sus intereses poéticos evidentes desde los cinco años, había entrado al salón a un paso parsimonioso, acompañado del poeta jalisciense Hugo Gutiérrez Vega y echando breves y significativas miradas a un público joven, ávido de escuchar lo que este hombre de cabello ahora escaso y blanquísimo podía compartirles.

Bonnefoy considera que sus libros son fragmentos –incluso sus ensayos– de un único proyecto en el que sus poemas son la línea directriz de un acercamiento a sí mismo. Nunca se ha planteado la poesía como una elección, puesto que, como escribía poemas desde una edad muy temprana, siempre pensó que continuaría haciéndolo.

Las preguntas de los jóvenes continuaban bombardeándolo, a veces en un francés que le costaba trabajo comprender pero que prefería por ser su propia lengua. Bonnefoy, quien en algún momento, allá en la Francia de la posguerra, tuvo un acercamiento al surrealismo, al que abandonó no mucho después al preferir la realidad ordinaria, ve en Rimbaud y sobre todo en Baudelaire a dos poetas modernos y fundamentales en su formación poética, que entre otras cosas “ante los fracasos siempre se obstinaron en la esperanza”.

Sus encuentros con las obras de autores como Shakespeare –a quien ha traducido–, Leopardi o Cervantes también fueron fundamentales en su existencia. En el Quijote, por ejemplo, ve la personificación de la poesía en toda su ilusión y su locura.

La inspiración, en cambio, no tiene tanta significación para el autor de un libro con la profundidad existencial de Del movimiento y de la inmovilidad de Douve, pues prefiere “experimentar la realidad en su unidad”.

En el Salón Juan Rulfo, por supuesto que había quienes de entre los espectadores adolescentes hablaban y bromeaban, distraídos y felices, pero la gran mayoría de los estudiantes seguían las palabras del poeta francés con atención y disparaban preguntas atinadas. Lo que, a este ganador del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, parecía agradarle, al igual que cada uno de sus encuentros con la hoja en blanco.

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