Un elogio a la indignación

GUADALAJARA, JALISCO (27/NOV/2011).- Decía Tony Judt, en su última obra antes de morir titulada "Algo va mal", que habría que sacar ciertos conceptos del basurero de la historia, que habría que recuperar legados perdidos en las construcciones históricas. Sin embargo, para Javier Sicilia esto no es suficiente, sino que habría también que llegar a las entrañas de aquellos conceptos que han dejado de significar, aquellos significantes vacíos que se utilizan comúnmente y que, en el paso de los años, se han vaciado de su contenido original. Democracia es el ejemplo más vivo.

En palabras del poeta, la democracia se ha convertido en una "palabra plástica", una facha conceptual que legítima procesos políticos de ética cuestionable. Ante esto, Javier Sicilia no oculta su descontento con la infalibilidad conceptual de esta democracia procedimental, "no catalogarse como demócrata prácticamente te pone de lado de los totalitarios". Así, para Sicilia, la democracia ha perdido su concepción original, su raíz vinculada con el empoderamiento popular, con la ciudadanía que toma el poder. "Por el contrario, la democracia se ha convertido en despoder popular". No es difícil rastrear en las palabras de Sicilia un nexo con las ideas anarquistas que han dominado algunas escuelas de la antropología, sobre todo, francesa. La idea de una sociedad sin Estado, siempre merodea los discursos de Sicilia. "El Estado es una construcción histórica, y como toda construcción, termina por desmoronarse" señala el poeta con un tono de convencimiento.

La presentación de una serie de obras que simbolizan a una nación que sufre y no logra la reconciliación, fue el eje de la unión de intelectuales como Javier Sicilia, Ricardo Raphael, Ricardo Cayuela y Alejandro Rosas, todos "moderados" por Paco Ignacio Taibo. Las comillas obedecen a su incomodidad con el uso de este concepto. Los títulos de los textos engloban a cabalidad la reivindicación social que brota en sus líneas: "El México Indignado" de Ricardo Raphael; "Estamos hasta la madre" de Javier Sicilia, y "el México que nos duele" de Alejandro Rosas y Ricardo Cayuela.

La presentación fue una mezcla fluctuante de sentimientos y reflexiones. El comienza, enmarcado en gritos de "que se vayan todos" (los políticos), abrió la puerta al verdadero sentido de la presencia de Javier Sicilia: la recuperación del intelectual comprometido, del intelectual que asume responsabilidades de transformación. No precisamente el intelectual en el que pensó el teórico marxista italiano Antonio Gramsci, ese intelectual orientador y hasta "hegemónico", sino el intelectual que acompaña, que sufre los procesos sociales no sólo desde la razón, sino desde la empatía. Eso es lo que ha construido Sicilia, un sentido de empatía, una revolución del dolor.

Ricardo Raphael alcanzó el clímax teórico de la tarde. Su rescate de las particularidades que dotan de especificidad a los indignados, inyectó de fortaleza intelectual un debate, que, en muchos momentos, rozó la militancia seca. Para el periodista, la indignación se separa de la frustración o de la exasperación, en su sentido crítico y propositivo, en su denuncia de la pasividad. Se aleja de la naturaleza exasperada en su adhesión irrevocable a la no violencia, no sólo física, sino "lingüística". Y concluyó con una frase que refleja fidedignamente el sentimiento que inundó el auditorio Juan Rulfo de la Expo, "México sólo tiene futuro en la indignación".  

Más que una presentación de libro, la presencia de Javier Sicilia en la FIL, simboliza la unión entre la intelectualidad y la responsabilidad cívica; la ventana a la desmitificación de conceptos como democracia o Estado.

EL INFORMADOR / ENRIQUE TOUSSAINT