GUADALAJARA, JALISCO (16/MAY/2017).- Bastaron dos libros, una novela y un compendio de cuentos, para que la literatura universal encontrara un nuevo referente, uno que miró a su propio universo y lo narró cargado de muertes y revanchas. Luego vino el silencio y Juan Rulfo se alejó de los reflectores, no publicó más y dejó que el tiempo hiciera su tarea con su obra. Hoy, a 100 años de su nacimiento, las letras del hombre que nació en el Sur de Jalisco siguen presentes, son estudiadas y su prosa sirve como ejemplo para otros escritores. Aunque Rulfo nunca fue parte de grupos literarios, ni formó bajo su amparo alguno, sí se le reconoce como una de las figuras que más ha influenciado a los narradores que vinieron después de él.En entrevista, el escritor Eugenio Partida, Premio de Cuento Juan Rulfo 1987 y 1988, califica de capital la relevancia de Juan Rulfo para la literatura de todos los tiempos, pues conjunta “dos logros formales de gran importancia: Crear dos libros capaces de captar la forma de ser de una región del mundo; Rulfo penetra el sentimiento, capta y reinventa un lenguaje y así captura el cosmos de unos seres sometidos a las pasiones de la condición humana; universaliza una forma de ser que es la mexicanidad, convirtiéndose así en identidad de un país, lo cual constituye el logro más grande en la aspiración de un artista. El segundo logro de su obra es la brevedad. Lo que en otros autores requiere de una vasta obra —y que luego resulta que la mitad sobra, véase a Fuentes—, en Rulfo toma apenas unas cuantas páginas, dos obras que apenas superan las cien páginas”.Mientras que para Marco Aurelio Larios, Premio Nacional Juan Rulfo para Primera Novela 1998 por “El cangrejo de Beethoven” y académico en la Facultad de Letras de la Universidad de Guadalajara, “la importancia de Rulfo a nivel nacional se debe a la renovación del estilo realista, que en el momento de la aparición de su obra, ya era un exceso desmedido entre los escritores (salvo Yáñez y Revueltas, que le antecedieron). La renovación rulfiana se debió a dos elementos de primer orden: la compleja estructura narrativa y el estilo verbal de vivos matices líricos. Nadie antes que él; muchos después de él”.Lo local transmuta en universal“Pedro Páramo” y “El llano en llamas” son dos obras que transcurren en el profundo Sur de Jalisco, donde el campo yermo, los campesinos, la soledad y la muerte son temas sobre los que Juan Rulfo ahonda y describe de manera que todo lector, sin importar su condición étnica u origen, pueda comprender y disfrutar.Para Omar Nieto, escritor finalista del Premio Letras Nuevas Planeta y autor de “Teoría general de lo fantástico”, la importancia de Rulfo reside en sus lectores: “Más allá de qué escritor y de qué tamaño es su admiración por Rulfo o cuántos cientos de tesis de licenciatura, maestría o doctorado ha generado, o cuántas curules en institutos y programas de investigación académica se han obtenido, o cuántas becas de investigación o de creación literaria se han otorgado en su nombre; o bien cuántos libros se escriben usando, citando u homenajeando a sus personajes, la verdad es que al final lo que importa son sus lectores y sus lecturas. Desde el joven de la sierra de Oaxaca que se entera de que su pueblo se llama también Comala y las puestas en escena de Juanes Preciados en kioskos populares —como los que vi en mi adolescencia— hasta las comparaciones en la India de uno de sus máximos escritores, Munshi Premchand, que es apodado “el Rulfo hindú”.Ese es el grado de influencia de Juan, su relevancia. El que su apellido signifique una forma de ver el mundo y se convierta en un adjetivo que describa no sólo una postura literaria sino una manera de nombrar las cosas. Se sabe a qué se refiere lo kafkiano, lo borgeano, lo orweliano, lo faulkneriano, lo dantesco, lo cervantino, lo tolstiano, lo joyceano. Ahora el mundo sabe qué quiere decir “rulfiano”. De ese tamaño es su importancia”.El escritor solitarioLa decisión de no escribir más, de alejarse de ciertos grupos formados bajo una figura totémica, causó que la crítica volcara ciertas quejas sobre Juan Rulfo. A pesar de ello, tanto para Eugenio Partida como para Marco Aurelio Larios, su obra está por encima de los comentarios o la crítica.“No creo que desde los aspectos literarios alcanzados por Rulfo, pueda pergeñarse algo que pudiera desacreditarlo. Pudieran referirse al hombre que ya no quiso escribir nada más, pero esa fue una decisión de él, muy humana por cierto. Un escritor verdadero escribe para sí, no para un público; no busca los temas que puedan interesarle a los otros, sino solamente a sí. Este carácter tan personal en Rulfo tuvo la limitación que escribió lo que tenía que escribir. Y hasta ahí”, sentencia Larios.Mientras que Partida se centra en los grupos literarios del país, mismo que para él no pueden influir ya en una obra como la de Rulfo. “No han influido ni para desdeñar ni para desacreditar la figura de Rulfo simple y llanamente porque no pueden (aquella frase de “matar al león del que aprendieron todo”), pues Rulfo aporta una lección más: la discreción y el alejamiento. Sería ridículo pensar en Rulfo hablando de sí mismo o presumiendo publicar sus libros en la editorial tal, o enviando sus cuentos a concursos o auto promocionándose. Los grandes maestros son lobos solitarios”.