Sábado, 30 de Noviembre 2024
Cultura | Picasso y los toros (II)

Torerías

Por Fernando Barrera

Por: EL INFORMADOR

Picasso conoció en 1935, en el Museo del Prado de Madrid, la Tauromaquia de Goya, por la que se dejaría seducir hasta copiarle un dibujo, Toro corneando a un torero, lo que fue el inicio de Minotauromaquia y que culminaría con el célebre El Guernica.

Además, realizó una serie de litografías entre diciembre de 1945 y enero de 1946, en la que representa al toro, esencialmente, como figura dentro del estilo denominado primitivismo ibérico, que puede semejarse a las pinturas rupestres de Altamira y la tendencia mitológica que acompañó su obra durante varios periodos.

La pasión de Picasso por los toros y el mundo que de ellos emana dieron como resultado la amistad, casi filial, con un torero de la posguerra, que marcó una época sobre todo por su personalidad fuera del ruedo, Luis Miguel González "Dominguín".

Esa amistad, iniciada por los años 50, llega a trascender al grado que editaron al alimón el libro Toros y Toreros, una serie de cuentos de "Dominguín" ilustrados por Picasso y con comentarios de George Boudaille. Es en esta obra donde radica la parte más significativa de la tauromaquia vista por Picasso.

Se cuenta que Miguel Bosé, hijo de "Dominguín", cuando tenía seis años, llegó una tarde contando que su padre le había cortado cuatro orejas a un toro. Picasso le respondió que aquello era imposible. Con aplastante lógica, Bosé adujo que si las mujeres que pintaba Picasso tenían cuatro ojos, los toros que mataba su padre bien podrían tener cuatro orejas. De ahí nació Taureau aux quatre oreilles, fechado en el año 1962.

En ese mismo año, el pintor incluso proyectó la construcción de una plaza de toros en Málaga con todo el estilo picassiano, sin embargo, nunca pudo ejecutarlo.

Pero esa relación de Picasso y los toros continuó de diversas maneras. En 1951, Picasso contribuye al establecimiento de una temporada taurina en la provincia francesa de Vallauris, organizada por el torero madrileño Paco Muñoz. Picasso diseñó el cartel.

Pablo Picasso, aún en el exilio, no dejó de asistir a una corrida de toros. Eran parte de su vida.

En una de esas corridas, un picador le brindó el puyazo que iba a realizar y le lanzó su castoreño. Picasso se lo devolvió con un dibujo que había improvisado durante la lidia.

Años más tarde se volvieron a encontrar y el picador le relató que gracias a la venta del sombrero había podido comprarse una casa.

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