Martes, 26 de Noviembre 2024
Cultura | Exploración del pensamiento en su obra ''cerebro y libertad''

Roger Bartra indaga sobre la decisión de libertad

El autor contrapone el libre albedrío y las aportaciones de la neurología en su reciente trabajo publicado por el Fondo de Cultura Económica

Por: EL INFORMADOR

Bartra propone que las decisiones pueden tomarse de manera racional o irracional y que “somos responsables de nuestros actos'' EL INFORMADOR /

Bartra propone que las decisiones pueden tomarse de manera racional o irracional y que “somos responsables de nuestros actos'' EL INFORMADOR /

CIUDAD DE MÉXICO (12/AGO/2013).- Cerebro y libertad (FCE) es el nombre del nuevo libro del antropólogo mexicano Roger Bartra, un tratado sobre el libre albedrío que recupera la visión de la neurología moderna para tratar temas morales como la voluntad, el bien y el mal.

Se trata de una continuación del libro Antropología del cerebro, de 2007, donde la reflexión se orienta hacia el determinismo, el indeterminismo y la ética y cuyo subtexto principal está dado por la idea de la libertad, un tema que se renueva en forma constante en la sociedad.

¿Cómo somos más libres? ¿Cómo obtenemos mayor libertad?, son preguntas que atraviesan el nuevo libro de Bartra, desde la introducción, una guía a las nociones más básicas de la libertad a través de la película Las manos de Orlac.

Roger Bartra nació en México en 1942 y es antropólogo, sociólogo y ensayista. Se doctoró en la Sorbona de París y es investigador emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Otras de sus obras publicadas por el FCE son La sombra del futuro. Reflexiones sobre la transición mexicana (2012), Antropología del cerebro (2007) y El duelo de los ángeles (2004).

—Si hay libre albedrío, todos somos culpables, pero si no hay todos somos inocentes…¿verdad?

—(risas) Bueno, es una manera de introducirnos a este mundo de tira y afloja entre quienes exaltan el determinismo y entre quienes alaban la libertad. Este tema se ha convertido hoy en un territorio en el que la batalla se da entre neurocientíficos y antropólogos y filósofos.

—Su libro plantea el tema de la libertad, pero lo hace rozando la frontera de lo moral…

—Completamente. El tema de la libertad está tan conectado con la moral que por eso me preocupan mucho las ideas de personas como (Noam) Chomsky que afirma que hay una especie de chip moral insertado en el cerebro o una especie de gramática moral que genera y determina las acciones. ¿Dónde queda ahí el libre albedrío? ¿Qué espacio tenemos de libertad? Eso es lo que confronto con los neurocientíficos, quienes tienden a ser deterministas.

—Y usted se pone en un punto medio, digamos…

—Sí. Desde luego que no pienso que todas las acciones están sujetas al libre albedrío, pero tiro más hacia la libertad. Creo que hay un orden, que hay relaciones de causa-efecto, que nuestra vida cultural no se entiende sin los pasos biológicos ligados al sistema nervioso central y por tanto estamos sometidos a esas redes deterministas. El problema es si en dicho contexto existe un espacio o no para el libre albedrío.

—Después de leer su libro, lo que queda claro es que el libre albedrío nos justifica como especie.

—Sí. Es lo que nos hace diferentes al resto de los animales. Toda la sociedad moderna está basada en la idea de que existe el libre albedrío, porque es eso lo que nos hace responsables de nuestros actos. Luego llega un científico que dice que el libre albedrío es una ilusión y aunque destaque que se trata de una ilusión muy útil, mina con ello todas las bases de la civilización moderna. Lo que creo al respecto es que cuando un neurocientífico dice eso, se pone en contradicción, porque él decide hacer una investigación para decir que el libre albedrío es una ilusión. Usa el libre albedrío para decir que no existe el libre albedrío.

—Es interesante que usted plantee este debate entre cerebro y libertad cuando la religión ya ha perdido todo su poderío…

—Es verdad, la religión lo ha perdido todo. No influye ni en los científicos ni en los filósofos, independientemente de que cada quien es muy dueño de creer en lo que se le plazca. Es importante aclarar también que cuando hablo de libre albedrío, que es fruto en cierto modo de la educación, no siempre es racional. Hay ejercicio irracional de la libertad, cómo no. Cuando un sicario acepta una encomienda para asesinar a alguien, no se trata de un ente determinado por las circunstancias, sino que ahí hay un elemento de decisión irracional. Él es una persona responsable de sus actos y no un sujeto a una cadena de causas y efectos ineludibles. La libertad, como lo demuestra la historia, muchas veces ha implicado la irracionalidad, por caso el fascismo en Europa.

—Ahora bien, la corrección política, tan en boga, ha revivido cuestiones que se creían ya superadas, como las teorías conspirativas o el hecho de que siempre hay una justificación sociológica para entender las acciones de la gente…

—Bueno, con mi libro, Cerebro y libertad, lo que trato precisamente es poner en discusión todo eso, porque de otro modo justificamos cualquier cosa y caemos en el relativismo. Las circunstancias sociales o la cultura, los rasgos étnicos o cualquier otra cosa, van a servir para justificar cualquier acción por más horrenda que sea.

Definitivamente, el relativismo no nos permite entender la sociedad y además es muy peligroso.

—¿El determinismo puede ser una entrada al fanatismo?


—No forzosamente. Mira, casi todos los neurocientíficos son deterministas, pero no por ello son fanáticos. Lo que pasa con los neurocientíficos es que creen que como en el cosmos todo está determinado por cadenas de causas y efectos, también las cosas operan así en la conciencia humana. Se trata al fin de cuentas de una discusión sobre la singularidad de lo humano.

—“Cerebro y libertad” es un libro esperanzador…


—Espero que sí. Trato de decir que hay un espacio para la libertad, que somos responsables de nuestros actos y que aunque seamos una partícula en millones, nuestras decisiones importan.

Con información de Sinembargo.mx

PARA SABER
Raíces catalanas


Roger Bartra (Ciudad de México, 1942) es hijo de los escritores exiliados catalanes Agustí Bartra y Anna Murià, quienes huyeron del franquismo después de la Guerra Civil Española.

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