
Remedios Varo y su mundo cobran vida en escena

El relojero de Remedios Varo, una de las figuras centrales de la obra. EFE /
DISTRITO FEDERAL, MÉXICO (17/JUN/2011).- La magia, los sueños y las fantasías de la pintora surrealista hispano-mexicana Remedios Varo cobran vida en escena a través de una instalación coreográfica que lleva su nombre y en la que sus míticos personajes reencarnan en bailarines.
"'Remedios' es una invitación a que el público sueñe y se pierda en el universo que una aventurera del conocimiento construyó con tanto misterio", dijo hoy a Efe en entrevista la coreógrafa y bailarina mexicana Coral Zayas.
Este espectáculo, que se presentará en el Teatro Nacional de las Artes (CNA) de la capital mexicana a partir de hoy y hasta el próximo domingo, será un homenaje a la célebre figura de Varo (1908-1963) y a dos de los más importantes promotores de su arte: Alejandra y Walter Gruen, último esposo de la pintora ya fallecido.
Según Zayas, algunas de sus pinturas más representativas, como "El relojero", "El malabarista", "Mujer saliendo del psicoanalista", "Papilla estelar" y "Trasmundo", se desharán de los marcos y se escaparán de los museos para llegar a las tablas transformados en música, danza y vídeo.
Se trata de una instalación tridimensional que tendrá pasajes sonoros compuestos por Zayas a manera de collage, vídeos sobre coreografías interpretadas por los seres fantásticos de Varo y textos surrealistas de grandes exponentes como André Bretón y danza en vivo a cargo de la coreógrafa y Domingo Rubio.
El artista plástico Joaquín Jurado complementará el espectáculo con una serie de esculturas en movimiento inspiradas en elementos recurrentes en la obra de Varo como los pájaros y las esferas.
"Es magia pura, como lo fue Remedios Varo", aseguró Zayas.
Remedios Varo nació en 1908 en Girona y estudió artes en la Academia de San Fernando en Madrid.
Durante la Guerra Civil española (1936-1939) huyó a París y tras la invasión nazi se trasladó a México, a donde llegó a comienzos de los años cuarenta.
Varo trabajó por un tiempo como ilustradora publicitaria y, alentada por Gruen, abandonó la publicidad y se consagró totalmente a la pintura para convertirse en una de las mayores representantes del movimiento surrealista.
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