Sábado, 21 de Septiembre 2024
Cultura | Tercer concierto de la OFJ

Osorio, magistral

El reconocido pianista borda su interpretación de dos conciertos de Manuel M. Ponce y Liszt

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO.- Basta y sobra una palabra para calificar el desempeño de Jorge Federico Osorio en el tercer programa de la primera temporada del año de la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ), la noche del viernes en el Teatro Degollado: magistral. Punto.

Si en el Concierto Romántico para piano y orquesta de Manuel M. Ponce, que cerró la primera parte del programa, Osorio dejó constancia -como si hiciera falta- de su solvencia técnica y de su alta calidad interpretativa, en el Concierto número 2 de Liszt, que fue el platillo fuerte de la velada, se sublimó. Aun cuando ambas obras son difíciles de tocar y de escuchar, la maestría de Jorge Federico Osorio resplandeció de principio a fin: la pulcritud técnica; el dominio de las partituras; la comprensión a fondo de las mismas; la expresividad, desde los pasajes de una tersura casi etérea hasta los que demandaban un vigor casi (o sin el “casi”) atlético… Fue la suya, por momentos, una ejecución exquisita; pero cuando hizo falta rivalizar, en los “tutti”, con una orquesta proclive a la estridencia, Osorio dejó en claro que ahí había solista.

En correspondencia a las ovaciones del público, que volvió a hacer una excelente entrada, Jorge Federico Osorio obsequió un “encore” apacible, casi una canción de cuna. Era lo conducente, después de que en el segundo Concierto de Liszt probablemente le salió sangre de los dedos.

El resto del programa se acomodó para justificar el título genérico de la temporada: “México de mis amores”. Comenzó con cuatro piezas para orquesta de Gori Cortés: Un cielo para ti, Marila, Alameda -un tango por los cuatro costados- y Jalisco de mis amores. Se trata de melodías dulces, románticas, que denunciaron el parentesco con la famosa Rondinela, del mismo autor. Son obras bonitas, aunque desprovistas de mayores pretensiones. El Concierto romántico de Ponce, más rico en cromatismos -como el de Liszt- que en melodías, justificó que su autor cobrara más fama como compositor de música popular que de concierto.

Sones de Mariachi, de Blas Galindo, abrió la segunda parte del programa. Era, sin duda, la obra más conocida; fue, quizá, la más aplaudida. Y fue, sin embargo, la mancha de la velada. Enrique Radillo, director asistente de la OFJ, que ya había incurrido en algunas asincronías -la que cerró la obra, garrafal- en el Concierto de Ponce, fue incapaz de evitar las disonancias de los metales (trompetas y trombones, sobre todo) y los excesos de las percusiones. Fue una interpretación como de kiosco pueblerino.

El programa se repite este mediodía, a partir de las 12:30 horas, en el mismo escenario.

Jaime García Elías

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