Viernes, 22 de Noviembre 2024
Cultura | Cerrojazo del ciclo Beethoven

Mucho grito y poco canto

En el cierre del ciclo dedicado por la Orquesta Filarmónica de Jalisco a Beethoven dejó mucho que desear

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (18/JUL/2010).- Gritar es una cosa; cantar, otra. Mire usted…

El viernes, en el cierre del ciclo dedicado por la Orquesta Filarmónica de Jalisco a Beethoven y sus nueve sinfonías, se puso la Coral (No. 9 en Re menor, Op. 125) con la intención deliberada de que fuera la cereza en el helado. En cuanto a respuesta del público, por el lleno en la sala y por el entusiasmo con que fue aclamada la ejecución, se consiguieron –quizá hasta con creces— los objetivos. En cuanto a la calidad de la ejecución, en cambio…

Hubiera bastado con la pifia escandalosa del corno en el adagio previo al allegro molto e vivace del cuarto movimiento, para demeritar gravemente el concierto. Fueron dos o tres compases que para los músicos, para el director y para los asistentes que sí conocen la obra, debieron ser un infierno: algo así como una cucaracha --y no una simple piedra-- en la sopa. Algo espantoso.

Sin embargo, aún faltaba la rúbrica. Las voces de los solistas en la parte coral de la sinfonía, apenas si lograron, con mucha benevolencia, la calificación aprobatoria. Ricardo López, barítono, tuvo que hacer algunos (des)arreglos para alcanzar el registro grave, y luego se eclipsó completamente en el cuarteto. Andrés Carrillo, tenor, y Jenni Till, soprano, se hicieron oír (además, estuvieron delante de la orquesta y no frente al director, como de ordinario ocurre en esta obra). A Belem Rodríguez, mezzosoprano, le faltó volumen.

En cambio, fue volumen lo que sobró a los coros del Estado y de Zapopan, fusionados para esta obra. Tanto así que rayaron en la estridencia, hasta el punto de aplastar a la orquesta. Y el colofón: Héctor Guzmán metió el sprint con la batuta en los últimos compases (al estilo Furtwangler, totalmente en desuso en el último medio siglo), para terminar la obra, literalmente, a mata-caballo… Un punto a su favor: que, sordo y muerto como está, Beethoven no podrá reprochrarles nada.

El programa se abrió con una interpretación aceptable de la Primera Sinfonía en Do mayor, Op. 21, pulcra en la lectura (respetuosa de la tonada, se diría), pero pobre en matices, por la incurable tendencia de Guzmán a privilegiar los fortes y desdeñar los pianos.
El cerrojazo propiamente dicho, con la repetición del programa, este mediodía en el mismo escenario.

EL INFORMADOR / Jaime García Elías

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