Cultura | Los cuatro voladores representan los cuatro elementos -tierra, fuego, aire y agua Los indígenas voladores mexicanos tocan el cielo gracias a la UNESCO Los llamados hombres-pájaro mantienen viva la ceremonia desde la región de la Huasteca, en el centro-noreste de México, hasta Nicaragua Por: EFE 27 de octubre de 2009 - 10:02 hs PAPANTLA, VERACRUZ.- El tronco de un gigantesco árbol o un poste que parece no tener fin sirven de escenario para que cinco indígenas mexicanos realicen una ancestral ceremonia de ofrenda a sus dioses tan fantástica como peligrosa. Desde 30 metros descienden cuatro de ellos de cabeza dando vueltas y atados sus pies por varias cuerdas, mientras el quinto danza en la alturas, sobre una pequeña plataforma, tocando una flauta y un tambor. Son los Voladores de Papantla, en el estado mexicano de Veracruz, herederos de un ritual que tiene más de quince siglos y que acaba de ser declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Los llamados hombres-pájaro mantienen viva la ceremonia desde la región de la Huasteca, en el centro-noreste de México, hasta Nicaragua, aunque la gran mayoría son mexicanos. El rito se conserva de generación en generación. La mayoría de los voladores son hombres aunque desde hace tres décadas se les ha permitido a las mujeres subirse al poste, que originalmente era el tronco un árbol. En la actualidad son tres las mujeres-pájaro, entre ellas Viviana, una joven de 23 años. En la época prehispánica esta danza o ritual se celebraba cada 52 años, período en el que se cumple un ciclo cósmico según el calendario maya porque marca un nuevo sol y una nueva vida. Hoy en día es representado en las comunidades rurales durante las festividades patronales o como un espectáculo para turistas. Cuenta una leyenda indígena que el origen de la ceremonia entre los totonacas veracruzanos, sus principales exponentes, se remonta a una sequía que afectó la zona hace un milenio y medio. Fue entonces cuando un grupo de viejos sabios enviaron a cinco jóvenes castos al monte para rendir culto a Xipe Totec, el dios de la fertilidad, y conseguir lluvias para sus cosechas. El número de integrantes del ritual se ha mantenido hasta ahora. Los cuatro voladores, que representan los cuatro elementos -tierra, fuego, aire y agua-, saltan con los brazos abiertos y atados de cuerdas por la cintura y los pies para girar 53 veces alrededor del poste hasta llegar al piso, simulando al parecer la caída de la lluvia. El quinto, al que identifican como el "caporal" porque es el responsable de la ceremonia, baila y se balancea sobre una plataforma en la parte más alta del poste al ritmo de la música que interpreta con una flauta y un tambor que los comunican con los dioses. Todos utilizan un traje especial hecho a mano por cada uno de ellos. Un pantalón y camisa de manta cubiertos por dos lienzos rojos, uno en la cintura y otro en el pecho, adornados a su vez con vistosos y alegres bordados de lentejuelas. En la cabeza lucen un pequeño gorro adornado con espejos, listones de colores y flores. Y muy bien amarrado, claro. Para el indígena Luis Hernández el ritual ha sufrido algunos cambios desde entonces, pues en un principio se realizaba en el monte y los voladores utilizaban otros trajes que estaban hechos de plumas de aves, que representaban águilas, búhos, cuervos y guacamayas. Según Hernández, la modernidad ha llegado también al palo ceremonial, que ha pasado de ser un tronco de árbol a un enorme poste de acero. En parte porque el "tsakáe kiwi" (chicozapote), que es el árbol del que se obtiene el palo está en peligro de extinción. "El último palo de árbol que se intentó poner en Papantla fue cuando yo tenía doce años, hace unos 50 años, porque cada vez es más difícil encontrar un tronco de esas características. Recuerdo que el que yo vi es uno que bajaron un grupo de danzantes. Después de arrastrarlo hasta el centro del poblado para ser colocado en un profundo hoyo, al final no resistió, se cayó y mató a uno de sus ellos", recordó nostálgico Hernández. Aunque la ceremonia ha perdido un poco de su sentido original para adquirir uno más folclórico, añadió, todavía en muchos casos los que en ella participan mantienen el precepto espiritual de permanecer doce días en ayuno y en abstinencia sexual para purificarse antes de dar el salto. El 30 de septiembre pasado la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) incluyó este ritual mexicano en la lista de las 76 propuestas seleccionadas como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, de un total de 111 presentadas por 35 países. "Me siento orgulloso, al igual que mis compañeros, de formar parte de este grupo de voladores porque somos el símbolo de nuestra cultura y tradición", dijo a Efe Aureliano García, un joven indígena que junto con otro centenar acude a una escuela para aprender esa disciplina, abierta recientemente en el centro ceremonial de El Tajín, en el municipio de Papantla (Veracruz), un lugar en el que se encuentra el 90% de los voladores de toda Mesoamérica. García participó activamente el 12 de octubre en la fiesta de celebración del reconocimiento. No fue el único. En total 185 indígenas de las culturas Husteca, Nahual, Totonaca y Otomí volaron de manera simultánea en diferentes puntos de México y Guatemala para conmemorar el logro. En El Tajín se congregaron más de 1.000 indígenas de la región, autoridades mexicanas y funcionarios de la UNESCO para un festejo en el que se prodigaron los colores vistosos, los aromas intensos y la música telúrica. "Nosotros somos los que fomentamos los principios espirituales de nuestras culturas y por ello, aprovechando ahora este reconocimiento de ser Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, debemos retomar el camino de la conciencia. Este rito no es para hacer dinero pues éste sólo corrompe y nos divide. Se trata de algo más", reflexionó Narciso Hernández, miembro del llamado Consejo de Voladores de la zona. Hernández bromeó al asegurar que gracias a la UNESCO ahora los "hombres pájaro" ya no serán únicamente "la fuerza aérea de México", sino también "la fuerza aérea mundial". Una de sus tareas será además llevar el ritual al extranjero para que se conozca. Por su parte, el presidente municipal de Papantla, Federico Márquez, firmó un decreto para preservar de manera oficial la danza y protegerla del paso del tiempo y la invasión de las nuevas costumbres. "Esta declaratoria pone a esta milenaria ciudad en el mapa del mundo con las expresiones culturales más elevadas de todo el planeta", comentó a Efe Márquez, que puede congratularse también porque la vainilla de Papantla acaba de obtener el registro de denominación de origen de la Organización Mundial de los Derechos de la Propiedad Industrial. Al margen de su valor o habilidad para ser "hombres pájaro", la mayoría de indígenas requieren del permiso de sus padres para volar. Muchos nunca lo logran por el temor de sus progenitores a que mueran. Más difícil lo han tenido las mujeres, que hasta hace apenas 30 años no han podido intervenir en el ritual. "No es que esté escrito que las mujeres no pueden volar", pero los usos y costumbres han marcado la pauta. Una pauta que ha acabado por romperse, ante el forzado consentimiento de los hombres del lugar, afirmó a la prensa el director de la Cumbre El Tajín y del Parque Temático Takilhsukut, Salomón Bazbaz. Nadie recuerda exactamente quien fue la primera mujer voladora pero se dice que la comunidad de Zozocolco, en Veracruz, fue pionera de esta práctica. Al parecer una niña llamada Isabel realizó este ritual en los años 70. Desde hace seis años la joven Viviana Guerrero García sigue sus pasos. "Mis compañeros -de vuelo- me tratan y me cuidan bien pero sí he tenido que enfrentar todavía los prejuicios de algunos habitantes", comentó a Efe Viviana. La joven, de tan solo 23 años, es ahora reconocida en la región no solo por su valentía sino porque además ha protagonizado un cortometraje en el que habla de su vida y de la experiencia de ser una voladora de Papantla. El documental, producido por su amiga Cloe Campero, obtuvo recientemente un premio en el Festival de Vídeo Indígena de Morelia y fue presentado en el festival Expresión en Corto de Guanajuato, ambos en México. El reconocimiento de la UNESCO prácticamente asegura la viabilidad de este ritual a futuro y pone más difícil su desaparición. Niklas Schulze, representante del organismo en México, transmitió a los indígenas de Veracruz "la convicción de que las tradiciones no sólo tienen un lugar en el mundo moderno, sino que son necesarias para no perder de vista quiénes somos y a dónde vamos". Al compromiso de la UNESCO hay que sumar el de las autoridades, que les han prometido construir una nueva escuela de voladores y crear para ellos un programa de salud que incluye un seguro médico. Temas Patrimonio UNESCO Voladores de Papantla Lee También Día Mundial de la Música: ¿Por qué se conmemora cada 22 de noviembre? ¿Se puede desheredar a un hijo? El señor Cabañas La ONU se prepara para el regreso de Trump a la Casa Blanca Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones