Martes, 03 de Diciembre 2024
Cultura | Carlos Lara G.

Los anteojos de Baskerville

La calle como vehículo narrativo

Por: EL INFORMADOR

Los procesos globales han venido transformando el lugar que ocupa la cultura en la sociedad. Este cambio plantea un nuevo espacio para su promoción, un desafío nada fácil para los gobiernos. La mayoría de las ciudades ha estado experimentando, por ejemplo, el fenómeno de la salida de los museos a las calles, y los museos, a su vez, una transformación institucional sin precedentes en la que favorecen cada vez más la gestión por encima de la creación, esto es, cada vez menos preocupados por la investigación museística, la adquisición de obra e inmersos en una lógica en la que los escenarios priman sobre los contenidos, donde la mercadotecnia de las artes ha convertido el escenario en contenido, acentuando así la máxima comunicativa de "el medio es el mensaje".

Las manifestaciones culturales temáticas al aire libre que han tomado la calle como vehículo narrativo, tales como la implantación de vacas de la exposición suiza denominada Cow Parade, la siembra de las pesadas esculturas del colombiano Fernando Botero, el innovador proyecto francés de La Tierra vista desde el cielo, así como el ingenioso trabajo del museo efímero del fotógrafo canadiense Gregory Colbert, Ashes and Snows, la performatividad desnuda del fotógrafo neoyorquino Spencer Tunik y la popular iniciativa colombiana del paseo en bicicleta por las calles, nos muestran cómo la ciudad puede ser el territorio indicado para observar las tensiones que de modo inevitable se producen entre identidad y homologación, entre singularidad y anonimato, entre soledades y las multitudes.

En uno de sus recientes artículos en el diario El País, titulado La idiotez de no saber por qué, Javier Marías expone su desánimo por este tipo de iniciativas, en particular por el arte contemporáneo, el cual dice observar de vez en vez por un autoimpuesto sentido del deber. Es verdad que nadie obliga a nadie a entrar a un museo, pero para el articulista, no deja de ser molesto encontrarse con obras curadas por las autoridades de alguna ciudad que nos obligan a contemplar en el espacio público. Ahora bien, no deja de llamar la atención el hecho de que las mencionadas manifestaciones culturales al aire libre antes señaladas sean todas iniciativas extranjeras (salvo la exposición itinerante de obras de Juan Soriano por algunas ciudades del país).

No recuerdo una iniciativa mexicana de esta naturaleza fuera de México. Y si hablamos concretamente de movimientos performativos que hayan también tomado la calle como vehículo narrativo, quizá uno de los más auténticos sea el de los ciclistas nocturnos de la ciudad de Guadalajara. Un acontecimiento realmente novedoso y exitoso por lo que tiene de autogestión, sin más intervención que las de los mismos participantes.

Este tipo de iniciativas que se transforman en movimientos demuestran que comunicar cultura no es la visión miope de ampliar el público consumidor, es más, ni siquiera de formar un público consciente, pues se trata de ofrecer condiciones para recrear lo que en una ciudad y sus ciudadanos puede haber de iniciativa.

México ya demostró que pueden estar dentro del circuito de manifestaciones culturales temáticas en este nuevo espacio de la cultura que es la calle. Qué bueno sería que nuestro país mostrara lo que es capaz de exhibir en las calles de otras ciudades del mundo. Qué bueno sería que el área de Cultura de la Secretaría de Relaciones Exteriores se diera cuenta de que México tiene algo más que pirámides.

Temas

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones