Martes, 03 de Diciembre 2024
Cultura | Carlos Lara G.

Los anteojos de Baskerville

A propósito de Les Paul

Por: EL INFORMADOR

Los bohemios amantes de la música, en particular del rock y más concretamente de la guitarra, saben que este instrumento puede incluso equipararse a la mujer amada. La única diferencia es la que señalara en alguna ocasión un famoso trovador: la guitarra tiene el ombligo más grande. Quienes tengan la habilidad de tocar este instrumento sabrán también que, al igual que la mujer, requiere de un mínimo de dedicación y cuidados, de lo contrario, tocarla después de algún tiempo puede ser desastroso. En primer lugar, no sonará igual y la destreza que se solía tener no se manifiesta en ese momento. La guitarra es un instrumento que no se puede abandonar. No cuando se trata de una Les Paul. Quien haya tenido la fortuna de tocar una de estas virtuosas piezas de colección -un servidor la ha tenido-, es que además es un conocedor y en este momento seguramente sentirá cierta orfandad por la muerte del padre de la guitarra eléctrica, Lester William Polsfuss, mejor conocido como Les Paul. Murió en Nueva York hace un par de días a los 94 años de edad. Pieza central en la formación del rock and roll, particularmente en la década de 1950, es un personaje histórico que ha dejado no solo una marca, sino un estilo y un sonido en todo el mundo.

En los años cuarenta, Les Paul se convirtió en un nombre importante en la industria de la música. Diseñó una de las primeras guitarras eléctricas de cuerpo sólido, a partir de la guitarra española, fundamental para el nacimiento y desarrollo del rock, al unirse a la Gibson Guitar Corp, donde colaboró en el diseño del modelo que más tarde se convirtió en el clásico que lleva su nombre. Un clásico que a pesar de los cambios conserva su estilo original y, lo más importante, el sonido.

Hace unos meses me registré en Facebook. Un compañero me preguntó qué foto deseaba poner e inmediatamente pensé en una: la sinécdoque de una Les Paul. Cualquiera pensaría que tengo o he tenido una y no es así, pero sé perfectamente cómo suena y sobre todo la sensación de hacerla sonar. Fue mi padre, por su afición a la música, quien desde pequeño me enseñó a distinguir una buena guitarra, comprándome siempre las mejores, y aunque nunca tuve una Les Paul, las Fender (Telecaster y Estratocaster) que me obsequió eran más que suficiente. Recuerdo ir a Casa Wagner, a Casa Lemus y otros sitios en los que podías tocar cualquier guitarra, pero la Les Paul, si la tenían, ocupaba el mejor sitio de la tienda y no era fácil acceder a ella. Disfrutaba mucho cuando eso ocurría, conectado además a un amplificador Marshal de bulbos que sacaba de las entrañas del instrumento toda la fidelidad sonora contenida por el poco uso que se les daba. Una fidelidad que el transistor no ha podido superar.

Entre los rockeros que han popularizado su uso están Jimmy Page de Led Zeppelin, The Edge de U2, Slash ex Guns N´ Roses, George Harrison, John Lennon y Paul McCartney, James Hetfield de Metálica, John Fogerty, Carlos Santana, Eric Calpton y otros más. Yo disfruto viendo cómo lo hacen, entre otras cosas porque la que quiero es una de las fabricadas en 1957 con tapa dorada y pastillas modelo Patent Applied For, de las más caras de la historia. O bien, una de 1959, el mejor año según los expertos. Decía un apreciable maestro que había deseos que era mejor tenerlos en la mente que en las manos. Aunque tratándose de una Les Paul, le diría, con todo respeto, que este criterio no aplica.

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