Viernes, 22 de Noviembre 2024
Cultura | Sunset Park surge de una imagen de desolación

Las vidas errantes de Paul Auster

El escritor estadounidense reaparece con una novela protagonizada por personajes opuestos, que buscan concebir sus sueños en un contexto inadecuado

Por: EL INFORMADOR

Paul Auster retrata un Brooklyn distinto, un barrio que no tiene nada de chic y en el que no hay gente de dinero ni turistas. ESPECIAL  /

Paul Auster retrata un Brooklyn distinto, un barrio que no tiene nada de chic y en el que no hay gente de dinero ni turistas. ESPECIAL /

GUADALAJARA, JALISCO (27/DIC/2010).- Con Sunset Park, el estadounidense Paul Auster pretende mostrar una juventud que, a pesar de las adversidades y los dramas, decide vivir su propia vida de la manera que cree más adecuada, sin renunciar a sus sueños por muchos inconvenientes que eso conlleve y lo separado que se encuentre de una forma convencional.

En la obra literaria número 16 que firma Paul Auster, se encuentra una serie de historias entrelazadas y vertebradas en torno al personaje principal, Miles Heller.
Desde las primeras páginas, el autor se centra en la figura del protagonista, a partir de quien ya se dibujan todos los tópicos que Auster habitualmente utiliza en su literatura.

Las disputas familiares, sobre todo las paterno-filiales, las “casualidades”, que siempre tienen un papel importante, como demuestra el hecho de que a su novia, menor de edad, Miles la conoce porque le llama la atención que lee el mismo libro (El Gran Gatsby) que él. Este mismo dato nos lleva a otro elemento común en el autor: la importancia del arte y la literatura en sus historias, que en este caso se presentan como elemento vital para las personas y a través de una crisis editorial.

Es sábado por la mañana y apenas hay movimiento de gente en la Séptima Avenida de Brooklyn, en cuyas inmediaciones se encuentra la casa de piedra ocre donde vive Paul Auster. Desde lo alto de la breve escalinata que da a la puerta de entrada, se distinguen los distintos espacios de la primera planta, hasta llegar al jardín, del que llega la luz sucia y desvaída que flota sobre toda la ciudad.

El primer tema que se pone sobre la mesa es sobre su territorio sagrado, Brooklyn, al que regresa con particular emoción en esta novela. El de Sunset Park es un Brooklyn muy distinto. Es un barrio que no tiene nada de chic, no hay gente de dinero ni turistas. Allí está el cementerio de Greenwood, un lugar fascinante. Su extensión es más de la mitad que Central Park, y es muy anterior a él. Se trazó en 1838.

En aquella época la gente venía de excursión desde Manhattan, porque era el parque más bonito de todo Nueva York, un remanso de la naturaleza en medio del espacio urbano. Al principio el cementerio ocupaba apenas un rincón, pero creció desaforadamente hasta convertirse en una verdadera ciudad de los muertos, con más de 600 mil tumbas”.

“Luego está el puerto abandonado”, continúa Paul Auster, “desde el que hay una vista espectacular de Manhattan, y todo un paisaje espectral de fábricas, almacenes y naves industriales. Paseando por allí me tropecé con una casa de madera abandonada que tenía las ventanas y las puertas selladas. Y de esa imagen de desolación surgió la novela. Veía que expulsaban a un hombre que se quedaba sin saber a dónde ir”.

En Sunset Park hay un hospital para objetos rotos, un personaje que repara máquinas de escribir y teléfonos de disco, además del que colecciona fotos de lugares desaparecidos. El despojamiento es uno de los ejes que mueven el engranaje de la narración. Menos representativa de los juegos metaliterarios que caracterizan a muchas de sus novelas, Sunset Park es una historia organizada alrededor de los distintos personajes que convergen en la casa abandonada, punto de encuentro de todas sus historias pasadas.

Extrañado por reacciones en EU

Hay múltiples relaciones emocionales, pero entre todas ellas, una se quedó particularmente trabada entre los críticos que reseñaron el libro en Estados Unidos. Paul Auster manifiesta su extrañeza al respecto: “Sigo sin entender por qué les escandalizó que el protagonista, Miles, tuviera una relación sexual con una chica de 17 años.

En las entrevistas que concedí cuando salió el libro en inglés, me preguntaban de manera obsesiva sobre ello. Mi personaje es una hispana, Pilar Sánchez, sumamente inteligente y sensible, y mucho más madura que el protagonista masculino. No entiendo bien la reacción que ha despertado el tratamiento narrativo de esa historia de amor.

Susan Sontag, la gran intelectual norteamericana, tenía 17 años cuando se casó con Philip Rieff. A los 19 años tuvo un hijo. A mí me parece que a los 17 años una mujer puede ser una persona perfectamente madura y formada. La historia está llena de casos de mujeres que a los 17 eran madres y esposas. Me parece algo perfectamente normal y natural. No entiendo que nadie se escandalice o se fije en una cosa así”.

El abandono de los juegos metaliterarios ha hecho decir a algunos críticos que Paul Auster parecía más interesado en profundizar en los sentimientos que en prestar atención a virtuosismos estilísticos. El autor no está de acuerdo.

“No tiene nada que ver. Las estructuras complejas no están reñidas con la emoción. Lo que sí es nuevo en esta novela, que en efecto es más lineal, es que está narrada en el tiempo presente de manera continua, y eso es porque apenas hay distancia entre los hechos de la novela y la realidad norteamericana. La novela tiene lugar en el momento en que estalla la crisis inmobiliaria que ha afectado a toda la sociedad, por eso muchos de mis personajes son seres que lo han perdido todo, materialmente, y también han tenido pérdidas emocionales”, expresa el autor de La invención de la soledad.

En esta ocasión, y aunque la novela, de 320 páginas y que publica en español Anagrama, presenta distintos puntos de vista, se puede decir que el protagonista, un chico de 28 años es el reflejo puro y duro de la mediocridad y la falta de expectativas y sueños de estos días. A los 20 años escapó de casa, dejando como única señal una nota a sus padres, y desapareciendo de Nueva York sin que nadie sepa absolutamente nada de él.

 Desde entonces, ha vagado por un sinfín de trabajos poco cualificados y de los más bajos en la escala social. Ahora, se ha instalado en Florida y trabaja para una empresa que se encarga de una limpieza muy particular, la de vaciar y preparar las casas desahuciadas a los inquilinos que no pudieron pagarlas debido a la crisis, a la espera de que un nuevo cliente llame a la puerta y se interese por ellas. En los últimos años ha conseguido vivir lejos de sueños, ambiciones y futuro, apenas se relaciona con la gente y sus únicos lujos son las ediciones baratas de libros y su cámara de fotos, con la que inmortaliza los últimos vestigios de vida de las casas que limpia. Pero todo cambia, cuando conoce a una chica.

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