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GUADALAJARA, JALISCO (25/OCT/2010).- Como un logro trascendente se medirá en mediano plazo la aportación del artículo 226 bis de la Ley del Impuesto sobre la Renta, recientemente aprobado en la Cámara de Diputados, con el que se impulsará el financiamiento de la producción teatral.
Y es que luego del significativo crecimiento del cine independiente, propiciado en gran parte por el artículo 226 de la misma ley, que condona impuestos a los contribuyentes morales a cambio de apoyar al séptimo arte, los teatreros avizoran un éxito semejante con el beneficio de hasta un 10% de impuesto fiscal que sumaría un fondo anual por 50 millones de pesos.

El resultado es labor técnica y de consenso por parte de la Cámara Baja, en la que algunos diputados han sabido enfocar sus esfuerzos en mecanismos que prevén ayudarán de manera estratégica a menguar la violencia y fomentar las artes, con lo que perfilan una sociedad en mejores condiciones que las actuales.

Sin embargo, el origen y la energía para que esa realidad ahora sea tangible proviene de la participación ciudadana y de su insistencia para ser escuchada en los planteamientos de programas y políticas públicas, así como en los objetivos que se marcan cada una de las fracciones partidistas.
Pese al gran avance que representan estas aportaciones para el desarrollo de la cultura y para el mejoramiento de la calidad de vida de los mexicanos, con ello se evidencia la desarticulación legislativa que prevalece en el país, respecto a una coordinación normativa que permita potenciar los efectos en sectores marginados de los presupuestos.

Esa circunstancia permite también que se evalúe como una oportunidad para presentar propuestas enfocadas a reformas integrales, que repercutan en el fortalecimiento financiero de políticas culturales. Lo hecho con el 226 y el 226 bis, debe ser cuantificado y trascendido por una Ley Federal de Cultura o por lo menos, por una reforma integral a la Ley Federal de Impuesto sobre la Renta que “haga justicia” a la recaudación que por motivos del quehacer cultural”, el fisco se fortalece. Las propuestas de este nivel sí pueden crear un antes y un después, en la visión de país que se quiere, desde el campo que corresponde a quienes abogamos por la incidencia de la cultura en el desarrollo de los ciudadanos.

En Jalisco, los tiempos y las condiciones parecen ser benévolos y la oportunidad, como en todo, única. La labor titánica estará en la búsqueda de coincidencias entre los diputados -entre los que sí es posible encontrar la voluntad política- y el sector empresarial -últimamente con mayor sensibilidad hacia los proyectos culturales como área de inversión-. Este nuevo escenario puede tratarse de la investidura de la cultura como la gran impulsora del desarrollo social.