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Cultura | Por: Martín Almádez

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¿Turismo o cultura?

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (24/MAY/2010).- El margen de fracaso de una política pública depende de su alejamiento de la realidad. Y la realidad, en todos los casos, son las personas. Los esquemas de trabajo en la función pública suelen estar apegados al escritorio, o cuando se argumenta planeación, es porque responden a fórmulas perfiladas a otras geografías y en el peor de los casos, a rubros disímiles.

En Jalisco, en el sector cultural, ese ha sido el contexto, cuando menos en los últimos tres lustros. La integración de factores, la evaluación de variables y la priorización de programas para la elaboración de sistemas de trabajo se ha dado bajo un concepto de cultura en el que no se contempla la participación directa de los artistas.

Las razones son diferentes en cada uno de los casos, pero se uniforman en la falta de conocimiento y relación activa con los quehaceres artísticos y sus principales hacedores, por no mencionar el desapego histórico de los movimientos culturales por parte de las banderas partidistas a las que responden quienes han encabezado la administración de la cultura.

Y cuando hay “argumento” para justificar el no hacer equipo con los actores culturales, se enarbolan programas hechos con base en realidades y sectores no propios.

En Jalisco esa línea de separación ha sido refrendada de tal manera que por una vía se desarrollan los paradigmas impuestos por los artistas y por otra muy distante se aplican las políticas públicas.

En el sexenio actual se ha insistido en la aplicación de una política binomio entre la cultura y el turismo. Diseñada a nivel federal es llevada al pie de la letra en terreno estatal con propósitos que si bien son esperanzadores como incentivos de la economía, no responden a las necesidades de una comunidad cultural, como sí a las expectativas de una comunidad turística, principalmente extranjera. ¿Entonces la Secretaría de Cultura pasa a ser una subsecretaría de la Secretaría de Turismo?

El margen de fracaso de esta política pública reside en la separación que hace con quienes debieran ser sus principales evaluadores: los artistas y la ciudadanía consumidora de arte.

El rubro cultural hoy por hoy se encuentra sustancialmente borrado de sus más fundamentales deberes; está entregado de forma teórica, ejecutiva y presupuestal a un fin que no le es natural y para el que no está considerada en el esquema de gobierno.

Mucho se ha hecho en materia de rescate y resguardo del patrimonio cultural, factor al que se ha inclinado la administración de los 15 años más recientes; podemos estar orgullosos de un teatro Degollado y de un Instituto Cultural Cabañas, de muchas casas de la cultura fuera de la zona metropolitana, del sufrido rescate de Guachimontones y de un sinnúmero de templos católicos, entre otros logros importantes y necesarios para Jalisco. Y mientras, los artistas siguen sin un solo teatro desde hace más de 40 años, sin una galería nueva construida con los requerimientos básicos, sin un foro moderno y multiusos, sin la promoción que la altura de los talentos locales merecen por méritos reconocidos nacional e internacionalmente, sin publicaciones de autores jóvenes que son promesas de las letras jaliscienses, sin un crecimiento de la promoción de las artesanías y sin un verdadero reconocimiento a los baluartes vivos, y desde luego sin la menor preocupación por la formación de públicos.

La administración de la cultura debe estar al servicio de los artistas y con base en ellos y sus necesidades debe construir sus políticas públicas. Sería interesante conocer la evaluación que los propios artistas hacen de cómo se administra la cultura en Jalisco y si responde a sus requerimientos como principales involucrados.

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