Historias que comparten espíritu

GUADALAJARA, JALISCO (04/DIC/2010).- Ama escribir novelas coral, y es ahí donde radica la magia de su trabajo, pues con ello envuelve al lector desde las primeras líneas. Reconoce que para escribir parte de imágenes, y nunca se pregunta cómo es que lo hace, pues admite que el día que se entere cómo es que su imaginación termina en papel entonces renunciará a la literatura. 

Los ojos de la escritora española aluden a la perfección a su apellido: ella es Almudena Grandes, quien, al momento de reflexionar sobre su trabajo, de inmediato responde que tiene dos formas claras de hacerlo: la primera, observar al mundo con los ojos y de ahí tomar la inspiración; en la segunda, parte sólo de su imaginación.

El resultado han sido varias novelas, Las edades de Lulú, que llegó al cine con gran aceptación fue la primera y la que la dio a conocer. Después vinieron más escritos, más adaptaciones al cine y por supuesto premios que la posicionan como una de las figuras españolas que, sin concebir su trabajo como un guión, es de las que más ha llamado la atención de los directores, quienes han quedado tan prendados con Almudena que han decidido poner imágenes en movimiento a sus letras. 

En entrevista , como parte de su visita a la Feria Internacional del Libro para presentar Episodios de una guerra interminable, Inés y la alegría, la primera de seis novelas independientes que saldrán a la luz en los próximos años, la escritora conversa un poco sobre una historia que se narra desde el punto de vista de la resistencia contra el franquismo, como parte de un ambicioso proyecto que abarca desde 1939 a 1964, donde la realidad se mezcla con la ficción.

—¿Por qué mezclar por vez primera la ficción con la realidad?                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      
—En esta novela (Inés y la alegría) siempre tuve una ventaja que al mismo tiempo era un inconveniente, pues iba a contar una historia de ficción basada en un hecho desconocido, para la inmensa mayoría de los españoles (la invasión de Arán por parte de un ejército de guerrilleros), y eso era teóricamente muy atractivo, pero, si no acertaba a contar qué había pasado en realidad, corría el riesgo de que un lector contemporáneo creyera que la invasión me la había inventado.

—¿Cómo concibe el realismo?
—No es sólo una opción estética, sino que incluye también un compromiso, porque cuando se novela sobre algo que ha existido se tiene la misma libertad que para crear cualquier otra historia, pero al mismo tiempo hay que guardar una cierta lealtad, porque la novela es mía pero el tema no. 

—¿Qué tan complicado resulta el plantearse seis novelas independientes como parte de un mismo proyecto?
—Lo vivo como una fortuna, me parece fantástico mirar hacia adelante y pensar que me queda tanto por escribir. Tengo 50 años y sé lo que soy capaz de hacer y lo que no, y considero que soy capaz de hacer este proyecto. No sentí miedo ni vértigo, aunque me asombró mucho que a la gente le asombrara tanto. Yo lo he vivido como una suerte.

EL INFORMADOR / ALTAGRACIA LIZARDO MEDINA