Miércoles, 09 de Octubre 2024
Cultura | Por: Antonio Ortuño

El mundo alucinante

Leer, simplemente

Por: EL INFORMADOR

La lectura no es una medida sanitaria indispensable, como la vacuna contra la polio. ARCHIVO  /

La lectura no es una medida sanitaria indispensable, como la vacuna contra la polio. ARCHIVO /

GUADALAJARA, JALISCO (11/SEP/2011).- Es falso que la mayoría de la gente eluda la lectura porque los libros resulten carísimos. No: sobran los títulos excelentes que cuestan menos que una cocacola familiar. O que son, virtualmente,  gratuitos en la red —si a uno los derechos de autor le dan lo mismo, quiero decir— Es mentira que no se lea más por culpa de la televisión, el cine, los mp3, smart phones, gameboys y demás cacharros consustanciales a la vida moderna. Desde la era de las cavernas hasta la semana pasada nunca han faltado distracciones para quien las prefiera (circo romano, juego de pelota, guillotina…). Aquella persona decidida a no leer, por falta de costumbre o tiempo, por idiotez o el motivo que sea, no lo hará ni siquiera bajo amenaza. Así los pretenda obligar un preceptor, confesor o magistrado, madre, padre o médico de cabecera –por culpa de coacciones y lecturas forzosas, innumerables generaciones se han extraviado en las garras del tedio.

En todo tiempo y lugar ha sido la literatura asunto minoritario. Sólo de cuando en cuando, y por circunstancias azarosas, ciertos libros, ciertos autores, han alcanzado renombre. Y su listado no constituye una guía fiable de calidad. Notorios, en cierto sentido, fueron Shakespeare, Lope, Hugo, Tolstoi, Hemingway, lo mismo que el horroroso Juan de Dios Peza, poeta laureado en su día por las masas mexicanas y de quien no se acuerdan hoy ni sus descendientes directos. Por otro lado, pueden argüirse ejemplos de escritores cardinales que pasaron de incógnito o fueron poco simpáticos para las mayorías, como el de Joyce (cuyas primeras ediciones no había quien las comprara), Proust (siempre oscuro para el común de los mortales) o John Kennedy Toole, quien murió inédito y desconocido para sus vecinos.

Por eso no funcionan las campañas de promoción de la lectura que padecemos de tanto en tanto (recientemente, pudimos ver un spot en televisión protagonizado por la maestra Gordillo, con un libro en las manos y un niño aterrado en las rodillas): porque toda persona es capaz de mantener la salud, ganarse las tortillas y conciliar el sueño sin leer nunca, así el precio consista en mantenerse bruta como la madera.

La lectura no es una medida sanitaria indispensable, como la vacuna contra la polio. Es apenas una cura, parcial si se quiere, contra algunos efectos de la estupidez. O es, mejor, como aquellas píldoras que se tomaba la Alicia de Carroll: uno nunca sabe qué demonios le pasará al consumirlas. Si ese riesgo no se comprende y se anhela, no se leerá jamás.   

Recientemente, pudimos

ver un spot en televisión protagonizado por la maestra Gordillo, con un libro en

las manos y un niño

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