Sábado, 23 de Noviembre 2024
Cultura | Por Antonio Ortuño

El fantasma que camina

Cuidado, pues, con el que mata a la novela, así sea un canónigo del siglo XVIII o un tontito en Staten Island o Zapopan esta misma tarde

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (16/OCT/2011).- No sé qué sentido pueda tener una frase como “la novela ha muerto”, tan repetida entre críticos de revista (a quienes, por cierto, bueno sería advertirles que “la revista”, organismo más joven y endeble, tampoco luce sana). La presunta acta de deceso de la novela tiene características notables. El primero que la dio por cadáver fue un inglés, Samuel Richardson, en 1758. Hace más de 250 años. Y no hablo de un vanguardista: Richardson fue autor de obras con títulos como Pamela o la Virtud Recompensada y su preocupación consistía en que había más tramas posibles que virtudes teologales a las cuales asociarlas... Cuidado, pues, con el que mata a la novela, así sea un canónigo del siglo XVIII o un tontito en Staten Island o Zapopan esta misma tarde.

Lo que quieren decir los críticos con “ya no puede escribirse novela” es más bien algo así: “Ya no puede escribirse como si no hubieran existido antes…”. Y aquí entran una serie de estaciones previas, cambiantes según la persona y el momento de su proposición: las vanguardias de principio del siglo XX o las escuelas críticas al final del mismo; Auschwitz; las MacBookPro; Pelé. Y el mensaje de fondo, menos desdeñable de lo que podría pensarse, es poco más o menos esto: no quieras tomarnos el pelo y pienses que nos sorprendes, cuando sabemos cuáles son la sintaxis y el campo semántico habitual de los libritos de vampiros, detectives, descontento adolescente, drama rural (rellene usted aquí con el tema popular de su preferencia). No te pienses que no sabemos que huyes del riesgo y escribes basura redundante porque no puedes hacerlo mejor o crees que te conviene.

Del mismo modo que todas las personas nacidas en el siglo XVIII han muerto, sería demencial esperar que las herramientas narrativas del periodo prosiguieran relucientes, sin orín. Y, sin embargo, sería también una estupidez asegurar que, ya que han muerto todos los nacidos en el XVIII, no queda un solo humano vivo sobre la Tierra.

Es un problema falso. La novela es sólo una de las  formas o advocaciones de la narrativa. Como el cuento, cierto teatro, incluso cierta poesía,  —o esos seriales televisivos que ponen la carne de gallina a críticos que dan por muerta a la novela, pero no se pierden un capítulo de Mad Men….

Lo que hay es un problema, eterno, con la construcción de narrativa. Y es el lenguaje: su uso, fricción y trato. No existe ninguna receta que explique cómo proceder (triunfal y garantizadamente) con él: cada frase, párrafo y cuartilla que se le arrancan a la nada requieren de un procedimiento inédito. Por eso, la novela será todo lo fantasma que quieran, pero uno que respira. Y camina.

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