GUADALAJARA, JALISCO (09/FEB/2017).- “Pese a que se gana la vida coordinando talleres de creación literaria y escribiendo en diarios y revistas, Eusebio Ruvalcaba dice que vino al mundo a escuchar música”. Así se autodefinía el autor de “Un hilito de sangre”, novela por la que a sus 40 años ganó el “Concurso Literario Agustín Yáñez”.Formador de escritores y melómano empedernido, el ensayista, poeta y narrador nació en Guadalajara, Jalisco, en 1951. Su pasión por la música le hizo firmar varios libros dedicados a ella. “Con los oídos abiertos. Aproximaciones al mundo de la música”. “Elogio del demonio” y “John Lennon tuvo la culpa”, son algunos títulos.Ruvalcaba solía explicar su vena musical por el hecho de que fue hijo del violinista Higinio Ruvalcaba y la pianista Carmen Castillo Bentauncourt. “Cuando él, Eusebio, oye música, es como si regresara a la placenta”, describió en su blog, donde solía publicar constantemente.Y es que a Eusebio Ruvalcaba le gustaba experimentar la literatura en soportes diferenes al papel. Cuento, poesía, ensayo y diversos artículos nutren su blog, cuya última publicación fue el 16 de diciembre de 2016.Durante una entrevista, el autor de “El portador de la fe” explicó: “Los editores tienen un gran corazón, creo que me editan porque han de decir: si no le editamos este señor se va a suicidar. Para mí es un modo de cristalizar mi trabajo, pero yo no estoy apegado a las editoriales de éxito, sino a quien me abre las puertas”.Ruvalcaba también fue un transgresor de generaciones pues entre sus seguidores se hallan muchos jóvenes. Muchos de ellos no faltaban a los talleres que impartía en diversos sitios, incluso reclusorios.Entre los premios que recibió se encuentran: el Premio de Cuento El Nacional 1977 por Antisonata. Premio Punto de Partida de Teatro 1978 por “Bienvenido, papá”.Asi como el Premio Nacional Agustín Yáñez 1991 por su primera novela, “Un hilito de sangre”. El Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí 1992 por “Jueves santo” y el Premio Internacional de Cuento Charles Bukowski 2004 por “El despojo soy yo”, convocado por Anagrama.Funerales y antihomenajesLos restos del narrador y periodista Eusebio Ruvalcaba, fallecido la noche de ayer martes víctima de un hematoma cerebral, fueron cremados alrededor de las 18:00 horas, del día de ayer, en una ceremonia privada.A la funeraria localizada en Periférico Sur, llegaron algunos amigos del autor de “Un hilito de sangre” y “Una cerveza de nombre derrota”, entre ellos el escritor Vicente Quirarte, quien celebró la vida y la obra literaria de Eusebio Rubalcava. Amigos cercanos señalaron que la familia del narrador fallecido a los 65 años y que había sido intervenido en enero pasado, no han determinado cuál será el lugar final donde serán depositadas las cenizas.Eusebio Ruvalcaba había sido objeto de un Antihomenaje etílico por parte de sus amigos el 20 de octubre del año pasado, al estilo que le gustaba: en una cantina, y donde corrieron vasos de pulque “Eusebio Ruvalcaba” (tuna roja y vodka) y se escuchó música de fondo de su padre, el violinista Higinio Ruvalcaba.Guillermo Quijas-Corzo, director general de la editorial Almadía que publicó Una cerveza llamada derrota, escribió en su cuenta de Facebook: “Lamentamos profundamente el fallecimiento de nuestro querido amigo y autor Eusebio Ruvalcaba. Descanse en paz”, mensaje que acompañó con una foto del autor durante una estancia en Oaxaca.Salvador Mendiola, amigo muy cercano de Eusebio, escribió también en esa red social: “Descanse en paz el Gran Eusebio. Ya bebo mezcal con sal de gusano, tal como lo acordamos. Escucho un cuarteto de Higinio Ruvalcaba y pienso, no dejo de pensar en Mozart, siempre Mozart. Recuerdo a ‘Chipote’. Puras cosas y memoria, el duelo interminable”.Eusebio en otras plumasPara Gabriela Torres Cuerva, la partida de Ruvalcaba no supone sólo la ausencia de un escritor, sino también de un amigo.“Eusebio Ruvalcaba se vertió en talleres de escritura por muchos años. Opinó sin amabilidad, con tino y ojo experto, sobre la obra de escritores que se acercaron a él en busca del consejo. “Vengo en son de paz”, solía decir. La sabiduría y la paciencia – no así la velocidad y la angustia de una cuantiosa cantidad de autores por escribir varios libros al hilo – fueron dos temas importantes, a los que aludió con frecuencia. Le encantaba la gente interesada en mejorar la salud de su prosa sin perder el buen humor y las ganas de divertirse. La formalidad, según Eusebio, no tiene utilidad alguna frente a una trama cachonda por resolver. Advertía en un buen texto la tensión dramática esencial para provocar angustia en el lector, incertidumbre, vértigo: ‘Ganas de llorar, de morir, de abrazar a una mujer’.“A la luz del tequila y el whisky, en el restaurante Rayuela de Tlalpan, nos reunimos muchas veces a platicar de literatura, otro de nuestros temas comunes, además de las mujeres y el placer: “Ese recurso doble para seguir con vida”. Eusebio conversó con todos. Fue generoso con su tiempo, implacable para declarar el ego como atroz acompañante de quien pretende escribir con maestría. La conversación, con este pájaro genial que estuvo el último mes atisbando la vida y la muerte, da un giro, pero no termina. Gran amigo. Enorme escritor. La noche ha avanzado, y como él decía, lo que sigue es beber”.Por su parte, Gabriel Rodríguez Licéaga, la huella y el recuerdo del escritor, es hondo: “Eusebio Ruvalcaba, fue maestro ante todo. Hombre formidable, provocador, injusto, cruel y generoso. Ebrio de vida y música. Se arrodillaba ante la mera mención de Brahms. Sabio, trataba con el mismo bisturí a un pésimo poema, a una comanda y a un arranque de novela magistral. Su mirada era una mano que acaricia. Transformaba al mundo que lo rodeaba en una anforita que pasaba de mano en mano. Por la vecindad de nuestros apellidos alfabéticamente, nos codearemos en varios libreros del mundo. Siempre estuvo al nivel de su leyenda”.También en el cineLa novela “Un hilito de sangre” del escritor Eusebio Ruvalcaba, fue llevada al cine por el director Erwin Neumaier en la década de los años 90. La historia de Eusebio Ruvalcaba llegó a la pantalla grande en 1995 con un guion de Alejandro Lubezki, teniendo como protagonista a Diego Luna en el papel de León, un adolescente de 14 años que está obsesionado con una joven de nombre Osbelia. La película narra las aventuras del adolescente que huye de su casa para ir en busca de Osbelia, quien viaja a Guadalajara con su familia de vacaciones.