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El escritor ''Catón'' habla de Santa Anna en su nuevo libro
![El escritor explora el personaje del polémico y controversial Antonio López de Santa Anna (imagen). ARCHIVO /](/__export/1506042550349/sites/elinformador/img/historico/0/785930.jpg_1970638775.jpg)
El escritor explora el personaje del polémico y controversial Antonio López de Santa Anna (imagen). ARCHIVO /
CIUDAD DE MÉXICO (19/AGO/2012).- Antonio López de Santa Anna, quien fue 11 veces presidente de México, "era un grandísimo truhán, un pillo redomado, pero un pillo simpático y encantador", afirma el escritor Armando Fuentes Aguirre "Catón".
Señala que tratándose de ese ex mandatario, quien se hacía llamar Su Alteza Serenísima (1794-1876) , "es fácil encontrar lo malo y difícil, muy difícil, dar con algo bueno".
Esos y otros acertados comentarios de "Catón" se pueden leer en el libro "La otra historia de México. Antonio López de Santa Anna", impreso por Editorial Planeta Mexicana, y que ya se encuentra en circulación.
"Con el mismo arte y con igual audacia conquistaba mujeres y ejércitos; con la misma fascinación puso a sus pies varias veces al país", agrega el autor.
"Odiado, podría hacerse adorar al minuto siguiente. Vilipendiado, una palabra, un gesto le bastaban para rendir a quienes lo execraban, Una y otra vez se hizo seguir por la nación, aunque lo siguiera al abismo. Tenía en abundancia eso que hoy se suele llamar carisma", precisa.
Para "Catón", a Santa Anna se le ha tachado de inmoral, quizá no lo era. Era más bien -simple y sencillamente- un amoral.
Asimismo, expresa que el ex mandatario no tenía oído para la moral y era incapaz de distinguir entre una acción mala y una buena".
Para "Catón", hoy resulta imposible creer que Santa Anna haya sido presidente tantas veces, y que haya hecho -y desecho- tantas cosas. "La medida del México de entonces nos la da Santa Anna", según Fuentes Aguirre.
"Sus contemporáneos lo merecían, y él los merecía a ellos. Su carisma era propio; sus defectos y vicios eran generales. Es muy culpable, sí, pero no es el único.
"Catón" señala que Santa Anna "no tiene igual; destaca solo a lo largo de una extensa época de la vida mexicana, etapa que señorea sin que nadie lo pueda contrastar".
Santa Anna ha cargado siempre con el sambenito de ser traidor, de haber vendido el territorio de la patria. Ya se ha visto que no fue de él toda la culpa, pero con ella carga en su totalidad, comenta.
Sostiene que es "hora de reconocer que si bien sus defectos y errores fueron grandes, y que difícilmente podrá hallarse justificación a muchos de sus hechos, no estuvo solo en sus acciones, e incluso a veces fue más víctima de sus contemporáneos que victimario de ellos".
Algunos de los notorios liberales que vivieron junto a Santa Anna este tormentoso periodo de la historia mexicana comparten también con él la responsabilidad del gran desastre que culminó con la invasión estadounidense y con la pérdida de la vastísima extensión que dejó de pertenecer a México, como efecto de aquella infame guerra movida por el gigante que nacía.
Recuerda que había sufrido destierros sucesivos: Estados Unidos, Jamaica, Cuba y su refugio en Turbaco, Colombia.
Ofreció su espada al imperio de Maximiliano. Cuando volvía a México lo devolvían. En una ocasión, preso en Yucatán después de uno de sus regresos, fue llevado a Veracruz y condenado a morir en el paredón, pero se le conmutó la pena por un nuevo destierro.
Tras la muerte del presidente Benito Juárez, don Sebastián Lerdo de Tejada le concedió una especie de perdón y pudo así regresar al país para vivir los dos años finales de su vida.
Santa Anna murió en el amanecer del 21 de junio de 1876. "No comenzó para él la nueva vida de quienes son recordados por sus buenas obras. Hoy es el villano favorito de la historiografía nacional", explica el autor de ese libro.
"Sin embargo, ni sus hechos fueron tan gloriosos como él creía, ni sus culpas tan grandes como sus enemigos hicieron creer a la posteridad. Pese a todo lo que se ha dicho de él, la verdad es que no se le ha hecho aún plena justicia, aunque quizá don Antonio debería agradecer esa omisión", manifiesta finalmente "Catón".
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