Miércoles, 27 de Noviembre 2024
Cultura | Tercer concierto de la temporada

El artista y el obrero

El violinista Vesselin Demi se presentó en el Teatro Degollado

Por: EL INFORMADOR

El violinista búlgaro Vesselin Demirev se presentó ayer en el Teatro Degollado con la Orquesta Filarmónica de Jalisco. S. NÚEZ  /

El violinista búlgaro Vesselin Demirev se presentó ayer en el Teatro Degollado con la Orquesta Filarmónica de Jalisco. S. NÚEZ /

GUADALAJARA, JALISCO (20/JUN/2010).- El tercer programa de la segunda temporada 2010 de la Orquesta Filarmónica de Jalisco (Beethoven y sus nueve sinfonías), la noche del viernes en el Teatro Degollado, sirvió para acentuar la diferencia entre un obrero calificado de la música y un artista en toda la extensión de la palabra.

A esta categoría, la de los elegidos de Dios, pertenecen, por mencionar los ejemplos recientes que han pasado por esa sala, Gergely Boganyi --gran protagonista del Festival Cultural de Mayo-- o Jae-Hyuck Cho, quien dejó huella, hace una semana apenas, con su versión del primer Concierto para Piano de Brahms. Vesselin Demirev, el violinista búlgaro invitado a participar como solista en la ejecución del Concierto para Violín y Orquesta en Re mayor, Op. 61, de Beethoven, está en el otro grupo.

Técnicamente, la interpretación de Demirev dejaría dudas en cuanto a la sonoridad de su instrumento, a la aspereza e inseguridad de algunas notas aisladas o a la expresión corporal un tanto estatuaria. De su solvencia en digitación y lectura de la particella, nada hay que decir. En todo caso, el simple hecho de que leyera, literalmente, demerita su calificación como solista. Un concertista que lee, denota que está más preocupado por las notas que por la música; reduce la ejecución --por correcta que sea-- a un acto mecánico; le quita la espiritualidad, la íntima comunión con el autor que debe transmitir un artista.

Demirev, además, en las cadenzas --y especialmente en las del primer movimiento-- acusó problemas de afinación. Como quiera, sin aproximarse a la perfección, consiguió, holgadamente, la calificación aprobatoria y el consiguiente aplauso.

La velada se complementó con la Sinfonía No. 7 en La mayor, Op. 92. Estrenada hace 197 años, la obra conserva intactas su belleza y su frescura. La ejecución por parte de la OFJ y la labor de Héctor Guzmán en el pódium fueron plausibles. Sin salvarse de ocasionales desmesuras de los metales --los casi inevitables pintitos en el arroz--, la Séptima se desarrolló con más aplomo en los fortes que en los pianos, y con respeto a los tempi de los cuatro movimientos. Como en el caso del Concierto para Violín, por cierto, el segundo movimiento (allegretto) fue el mejor librado.
El programa, como de costumbre, se repite este mediodía, a partir de las 12:30 horas, en el mismo escenario.

Jaime García Elías

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones