Jueves, 28 de Noviembre 2024
Cultura | Perfil político

El amante de la libertad

El autor de Travesuras de una niña mala siempre ha manifestado que está en contra de las dictaduras y en favor de la democracia

Por: EL INFORMADOR

El activismo político de Mario Vargas Llosa es una luz reivindicatoria de la política , según el autor Fernado Savater. ARCHIVO  /

El activismo político de Mario Vargas Llosa es una luz reivindicatoria de la política , según el autor Fernado Savater. ARCHIVO /

GUADALAJARA, JALISCO (08/OCT/2010).- En una época dominada por el pragmatismo y el oportunismo electorales que se imponen abrumadoramente sobre la defensa de la ideología y la búsqueda incesante de la transformación pública, el activismo político de Mario Vargas Llosa es una luz reivindicatoria de la política como lo que Fernando Savater catalogaría en una frase: “la envidiable disposición de poner su integridad y preparación intelectual al servicio de lo que se cree”.

El recientemente galardonado Premio Nobel de Literatura 2010 fue, como pocos, una figura insigne de la renovación política, de la conformación permanente de la cultura democrática y un hombre entregado a la libertad. De la misma manera, un escritor enfrentado con las amenazas del caudillismo tan características en las endebles democracias latinoamericanas que subyugan la libertad individual y las instituciones a seres todopoderosos capaces de leer al pueblo.

La primera gran aversión político-ideológica del peruano es el totalitarismo en cualquiera de sus facetas, desde el estalinismo soviético marcado por una base ideológica de izquierda hasta los distintos modelos políticos fascistas que aparecieron en América Latina a mediados del siglo pasado y en Europa antes de la Segunda Guerra Mundial.

Cómo señala Enrique Krauze en un excelente artículo que analiza algunos de los legados más ilustres del escritor peruano, la lucha desde las letras y la política emprendida por Vargas Llosa es una batalla ligada a las raíces más profundas de la democracia liberal, una cruzada que condena la renuncia de la izquierda por la libertad. “Una de las tragedias del socialismo del siglo XX fue haber consentido su desconexión de la tradición liberal que desde el siglo XVIII representaba la izquierda”. Este quiebre del movimiento mundial socialista con las causas de la libertad marcó profundamente a Vargas Llosa, que sus críticos lo catalogaron despectivamente en el ala derecha de las letras latinoamericanas, lo cual, implica automáticamente caer en la incorrección política. Después de tantos años, la izquierda intelectual latinoamericana sigue catalogando al peruano como un traidor que abandonó los ideales socialistas que profesaba en su juventud.

Vargas Llosa nunca estuvo de acuerdo con la parcialidad de la intelectualidad latinoamericana que cerraba los ojos ante los crímenes de la izquierda y replicaba ferozmente cualquier atropello de la derecha. Tampoco simpatizaba en los absoluto con los movimientos libertarios en Estados Unidos que proclamaban la libertad sin restricciones y la nulidad de los lazos sociales como símbolo del egoísmo y la felicidad, era simplemente, otra forma de dominio totalitario.

El paisaje de la actualidad latinoamericana inquietaba permanentemente a Vargas Llosa. El ascenso de cierta izquierda enemiga de los postulados liberales encabezada por Hugo Chávez, Evo Morales o Rafael Correa atentaba contra dos prinicipios sagrados para el escritor peruano: la apertura de derechos y la diversidad democrática. Para Vargas Llosa estos regimenes disfrazaban violaciones graves a los derechos humanos y representaban retrocesos en la ruta de consolidación institucional y democrática que se gestaba tímidamente en la región.
Juan Jesús Aznárez identifica en su búsqueda por la silla presidencial peruana, el anhelo de dejar atrás los agobios económicos y sociales desprendidos del énfasis populista del presidente Alan García que, a pesar de registrar un aumento del índice de precios monumental al final de su periodo, fue elegido nuevamente y actualmente gobierna Perú. “Asfixiado por la arenga, la hiperinflación y el terrorismo maoísta, Vargas Llosa encabezó un frente liberal y de derechas por la Presidencia”. Sin embargo, tras haber triunfado en primera vuelta, Alberto Fujimori tejió una alianza con el tradicional partido gobernante Alianza Popular Revolucionaria (APRA) y le arrebató la llegada al Palacio de Gobierno de Lima.

La política y las letras

Aunque es complicado separar la vida personal de la obra literaria de Vargas Llosa, siempre han surgido comentarios propios y de terceras personas sobre su actividad política, pero lo que reconoce la Academia Sueca es la trayectoria y la obra, y es ahí donde deja de lado las filias.
“La literatura forma parte de la vida, y la política no se puede erradicar de la vida. Lo que pasa en la política pasa también muchas veces en nuestra vida normal. Encuentro natural que la literatura contemple esa dimensión de nuestra vida en sociedad”, subraya el autor de 74 años de edad, nacido en Arequipa, Perú.

Por su parte, Dulce María Zúñiga, coordinadora de la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar, expresa que “la Academia Sueca sí considera las posturas políticas, sus ideas y su compromiso social. No es descartable que haya un mensaje político detrás de esto y que a muchos escritores no se lo hayan concedido por sus posturas, quizá criticables, y en el caso de Vargas Llosa tenemos al hombre, el ser político y al autor, que es digno de celebrarse por su calidad literaria”.

Al cuestionarles sobre sus críticas hacia las dictaduras y sus posiciones políticas, el autor de Pantaleón y las visitadoras señala que espera “que me lo hayan dado por mi obra literaria, más que por mis opiniones políticas. Estoy en contra de las dictaduras y en favor de la libertad”.

La dictadura perfecta

“México es la dictadura perfecta. La dictadura perfecta no es el comunismo, no es Fidel Castro, es México”, dijo Mario Vargas Llosa en 1990 en su participación en una mesa de discusión entre varios intelectuales, en la que también estuvo Octavio Paz y donde fue mediador Enrique Krauze.
Aquella mañana de agosto, hace 20 años, el ahora premio Nobel vestía un traje fino y con delicados modales se abstuvo de emitir juicios sobre el sistema político mexicano, pero ya por la noche y entrada la discusión en el foro Del comunismo a la sociedad abierta, el escritor mostró una vez más su rostro de político intenso.

“Espero no parecer demasiado inelegante por decir lo que voy a decir. No creo que se pueda exonerar a México de esa tradición de dictaduras latinoamericanas. Creo que el caso de México, cuya democratización actual soy el primero en aplaudir, como todos los que creemos en la democracia, encaja en esa tradición con un matiz que es más bien el de un agravante”.

Puntualizó que México tenía las características de cualquier dictadura: la permanencia, no de un hombre, pero sí de un partido “que es inamovible, una dictadura que además ha creado una retórica de izquierda y que a lo largo de su historia reclutó, muy eficientemente, a los intelectuales”. En ese año,1990, Carlos Salinas de Gortari estaba al frente del país y aún no había llegado “el cambio”.

Vargas Llosa regresó al país para impartir en el Fórum 2007, donde fue cuestionado sobre la política mexicana. "Hoy (México) está viviendo una democracia, que es imperfecta, pero que es más un progreso, un avance extraordinario sobre lo que tenía en el pasado".

El fin de una amistad

El día que se enemistaron para siempre los dos Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez (1982) y Mario Vargas Llosa (2010), fue el 12 de febrero de 1976, cuando el peruano le dio un puñetazo en México a su otrora amigo.

Nunca estuvo claro si la pelea fue por motivos políticos o personales. Según testigos, García Márquez,  se acercó a Vargas Llosa y el peruano nueve años menor le dio un golpe en el ojo increpándole por “lo que le hiciste a (mi esposa) Patricia”.

Ninguno de los escritores dio explicaciones al respecto, pero según versiones de prensa colombiana García Márquez pudo haberle sugerido a Patricia que se separase de su esposo por una supuesta infidelidad de éste, o que Patricia, para vengarse de su marido, le dio a entender que “Gabo” le había proporcionado grata compañía.

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