Martes, 26 de Noviembre 2024
Cultura | POR MARÍA PALOMAR

De lecturas varias

Jean d'Ormesson, historiador y filósofo de formación, decano de la Academia Francesa desde la muerte el año pasado del centenario Claude Lévi-Strauss, fue director del Figaro y ha escrito docenas de libros

Por: EL INFORMADOR

María Palomar.  /

María Palomar. /

In memoriam Antonio Alatorre, Alí Chumacero

Con los años, pero no sólo con ellos, hay quienes logran la libertad de espíritu para hacer y escribir lo que quieren. No son muchos. Luego se nos van muriendo, pero con suerte habrán dejado dichas las cosas que quisieron decir, y habrá quien sepa leerlas.

Por fortuna Jean d'Ormesson sigue ahí a sus 85 años y acaba de darse el gusto de publicar un libro de nombre peculiar (C'est une chose étrange, à la fin, que ce monde, algo así como "qué cosa tan rara, a fin de cuentas, es este mundo"), se dedica en él a divertirse haciendo su muy personal recorrido de la historia del universo y la del hombre, y al final lo bautiza como "novela". Lo publica entonces Laffont y en menos de un mes (del 19 de agosto al 12 de septiembre) vende 45 mil ejemplares. Desde que salió no ha dejado de estar en los primeros puestos del palmarés.

Jean d'Ormesson, historiador y filósofo de formación, decano de la Academia Francesa desde la muerte el año pasado del centenario Claude Lévi-Strauss, fue director del Figaro y ha escrito docenas de libros. Sobre el recién publicado dice que buscó en él reunir la cultura científica con la literaria y a la luz de ambas recorrer cómo se han planteado e intentado responder las preguntas básicas que nadie, nunca ha podido realmente contestar: ¿por qué en lugar de no existir nada existe algo?, ¿qué estamos haciendo aquí? Con ese buen pretexto el autor pasa revista de quienes se han ocupado de semejantes asuntos, de Homero a Sócrates, a Newton, a Darwin, a Einstein y otros. Justifica que se trata de una novela porque, según dice, la historia del mundo lo es. Plantea cosas tan abstrusas como la naturaleza del tiempo: "parece que, a diferencia de todo lo demás, el tiempo no está hecho ni de partículas ni de ondas, que no ocupa ningún espacio, que no tiene masa, ni temperatura, ni olor, ni sabor, que es el colmo de la complejidad y el colmo de la abstracción, que se confunde a la vez con todo y con nada". Cita a San Agustín ("si no me preguntas qué es el tiempo, sé lo que es; en cuanto me lo preguntas ya no lo sé") y a Hawking ("es imposible decir en qué consiste el tiempo"), y concluye que, como se ve, en mil seiscientos años los progresos para dilucidar la cuestión han sido escasos.

El libro, por serio que pueda sonar, es una obra hecha con alegría, agradecimiento, nostalgia y vitalidad. Es buena literatura (quién sabe si sea realmente novela). Apuesta cautelosamente por el sentido de las cosas y por un "credo quia absurdum" lúcido y francés. Y recuerda al lector que, como dijo Giraudoux, "nada es más viejo que el periódico de ayer, pero Homero es siempre joven".

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones