Martes, 26 de Noviembre 2024
Cultura | David Negro Guerrero

Contemplaciones contra el tedio

Columna semanal

Por: EL INFORMADOR

Para La Güera y Arturo:

¡ah, qué fácil es dejarse amar!

                                                                           I

Creo que fue en el prólogo que escribió Gustavo Sáinz para la edición de la antología "Corazón de palabras" (1981), en donde leí algo que más o menos decía así: "¿de qué más se puede enorgullecer uno si no es de sus amigos?", cuyo autor era Robert Louis Stevenson. Tanto la antología como el prólogo, así como la mentada frase, nunca se me han olvidado. Respecto a la primera, se trata de una de mis joyitas bibliográficas al lado de la "Jaula de palabras", editada un año antes que aquella que contenía puro relato amoroso o erótico (pregunta al vuelo: ¿por qué ya no se hacen antologías así?), mientras que ésta presentaba una selección de lo mejor de la narrativa mexicana que se escribía en ese entonces (y en donde don Gustavo reunió relatos de autores como Ethel Krauze, Emiliano Pérez Cruz o Luis Zapata); respecto al prólogo, sólo comento que entre muchas cosas que le admiro y agradezco al autor de "Obsesivos días circulares" es su estilo directo, fresco y, tratándose de antologías preparadas por él –todas llenas de calidad-, entregando al lector datos elementales y con el deseo de que sea él quien saque mejores conclusiones. Por último, sobre la frase que se atribuye a Stevenson, ¿alguien opina lo contrario?

                                                                              II

La historia de mi vida con seguridad puede no importar, pero siempre me empeñaré en que sí lo hagan aquellas personas que han sido definitivas y determinantes para la redacción y existencia de ella, como diría el gran Chepe Chepe, "¡de lo que fue mi vidaaaaaaaaaaaa!". Esto destaca muchísimo más cuando se presentan acontecimientos que permiten refrendar el cariño, la importancia y la enorme riqueza que alimentan al espíritu propio gracias a esos hombres y mujeres que, con el paso de los años, terminan convirtiéndose en los carnales y amigazos del alma. Pero que quede claro que me refiero no al exabrupto que da la melancolía propia de nuestro espíritu sentimental, muy similar al frenesí provocado por una borrachera. No; se trata de algo más íntimo, más fuerte, más auténtico. Al menos en mi memoria existe un reducto al que acudo con frecuencia y alegría, porque es el que habitan las personas que más quiero y que no son necesariamente familiares directos o indirectos. Ahí están todos aquellos y aquellas que hoy forman el enorme tejido de mi sangre de amistad, el nicho que habitan las palabras, las caricias, las noches, los llantos, los abrazos, los consejos, los regaños, los desmadres, las audacias, lo irrepetible, lo que me tocó y no me arrepiento de haber vivido. Todavía más, me jacto de tener amigos que cualquiera envidiaría; mis amigos son, la gran mayoría, creadores, artistas, emprendedores. Quién sabe por qué nomás no me entran –ni yo les entro- a los "grillos", los que nomás andan por la vida con dos preocupaciones: a quién jodo y qué me jodo. Algo hay en la singularidad de mi corta visión de lo que se entiende por éxito y triunfo que me acerca más hacia aquellos que defienden a ultranza el valor de la solidaridad y el compartir antes que otra cosa. Y miren que no soy una blanca palomita: no faltará aquel que hable mierda de mí, y tal vez hasta bien justificado.

                                                                                III

Lo cierto, después de todo, en mi personalísimo caso, es que amo y defiendo a mis amigos, que no son muchos. Hace poco me tocó subirme a la montaña rusa que significa distinguir entre conocidos y amigos, y son cosas muy distintas. Estos últimos están donde menos se piensa y siempre están para evitar que uno caiga. O, sí, permitir y aplaudir que uno cayó, pero no dejar que uno esté caído. El caso de los conocidos es más ligero, olvidadizo y sin compromisos. Cierto, ahí estarán pero nada cambia si no están. Es problema y reto de uno saber forjar amigos y conservarlos. Como en toda relación amorosa, la amistad es frágil y en ocasiones se destruye y pisotea de la manera más estúpida. El reto es reparar ese daño y volver a alimentar su confianza. No todos los días lo pensamos, y por eso a veces nuestros mejores amigos prefieren quedarse callados, observarnos a la distancia, mirar cómo nos confundimos con otros estruendos, y detenernos antes de una fatal caída.

                                                                                IV

Entonces, cuando se presentan eventos importantes y maravillosos en las vidas de nuestros amigos, de esa extensión de nuestra familia y propia vida, agradecemos enormemente el poder haber estado ahí. No se trata de perseguir estridencias ni revoloteos faranduleros; no se trata de pertenecer al sangrón y corto círculo de elegidos (¿elegidos? ¿de quién?). Se trata de compartir los momentos determinantes de la historia personal de aquellos a quienes queremos, abrazamos y miramos con felicidad. Al menos así me sucedió durante estos días, al lado de mi familia, con amigos que no siempre veo pero que siempre han estado ahí. La Peñita de Jaltemba es una sucursal del paraíso que me permitió regodearme de todo lo que he escrito líneas arriba. Y tiene mucho que ver con este espacio que generosamente me brinda El Informador. Pláticas, proyectos, ideas, futuros por construir, futuros que ya se están construyendo.

                                                                                  V

Títeres, programas de radio, el mundo editorial tapatío, fotografía en pequeño y gran formato, técnicas digitales para la educación infantil, recetas de mole, sugerencias de cómo armar proyectos, y tantas palabras más compartí por estos días. Con amigos, amigos que quiero. Después de todo, ¿podía haber sido lo contrario en la boda de dos de ellos? En el trayecto de regreso, de la Peñita de Jaltemba a Tapatilandia, le mandé un fuerte abrazo a Mr. Robert Louis Stevenson quien dijo, además de lo que anoté casi al inicio de esta entrega: "un amigo es una imagen que tienes de ti mismo". Ciertísimo.

Comentarios, quejas y refutaciones a:
davidguerrero.lemus@gmail.com

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