Contemplaciones contra el tedio

                                                    I
Sí, estos son los días en los que todos hablan de cine, hasta los que nunca se aparecen en una sala el resto del año. Todo mundo corre, vuela y se acelera por estar cerca de algún personaje involucrado en el complejo mundo del séptimo arte, particularmente del que se realiza en las tierras del águila, el nopal y la serpiente; por ello, también hay que estar preparado para aguantar las ínfulas y desplantes de aquellos que jamás tendrán el brillo de una estrella por el simple hecho de tener una vida estrellada. En fin. Sí, son los días del cine en Tapatilandia, pero también afortunadamente la ciudad no deja su dinámica creativa de todos los días y goza de una rica oferta cultural que ya se quisiera en otros lugares. Y uno de los platillos más atractivos que siempre tiene esta tierra de contrastes lo es el teatro. El teatro jalisciense, concretamente los montajes que se hacen, sobre todo en la capital del Estado (porque, la verdad, la sobrevivencia del teatro más allá de Tapatilandia sí está para llorar), demuestra que el talento no solo actoral, sino de dirección, escenografía, iluminación, vestuario, escenofonía y demás, están a la altura de la exigencia más dura de cualquier parte del mundo.

                                                  II

Filoctetes, del escritor norteamericano John Jesurun (1951, Michigan), terminó su segunda temporada apenas la semana pasada, justo cuando la obra estaba alcanzando su mejor nivel de interpretación -según comentó su director, Luis Manuel Aguilar, "El Mosco", en una entrevista para el programa Escena Radio, de Radio Universidad de Guadalajara-, debido a esos imprevistos caprichosos y joditivos de los que está teñida la vida. Aun así, este proyecto, encabezado por el estupendo actor, vestuarista, diseñador y hasta licenciado en Comunicación Andrés David Hernández Martín del Campo (mejor conocido como Andrés David, simplemente) permitió reunir a un pequeño número de creadores que han inyectado a las artes escénicas de estas latitudes no solo frescura y audacia, sino compromiso y muy buenas dosis de talento: el propio "Mosco", en la dirección; Mario Montaño y José Jaime, actores que completan el reparto de Filoctetes; la inquieta y exploradora Olga Gutiérrez -responsable del trabajo corporal en movimiento-; Karina Hurtado, en la asistencia de dirección; o el trabajo de Miguel Mesa en escenofonía (¡cómo olvidar el zumbido intencional apenas perceptible de una mosca!), entre otros. Filoctetes es, ante todo, una mirada a los recovecos de nuestra intolerancia y nuestros deseos. Animales contradictorios, ambiguos e incongruentes que somos, la obra punza a cada instante la conciencia del espectador. En la función que asistí -la del pasado miércoles, justo la última-, con un público variado (gente de teatro, estudiantes de preparatoria, profesionistas, dos adultos mayores), no pude evitar mirar de repente el rostro de los espectadores: gestos de escozor, lenguas recorriendo con asustado placer las comisuras de los labios, miradas empuñando deseos insatisfechos, meneos corporales provocados por una hipnótica incomodidad exenta del deseo de salir corriendo. Es decir, asistentes tocados por el "hecho" escénico, por esa magia que hace del teatro un lenguaje único, irrepetible (lugar común: ninguna función es igual a otra).

                                                 III

Con Filoctetes, Andrés David tocó la frontera de un camino que puede transitar sin ningún temor: el de la excelencia actoral. Con casi 30 años de edad a cuestas -nació el 2 de febrero de 1978-, Andrés ha recorrido con paciencia el trecho que separa al actor que quiere ser (desde sus primeros montajes, como Una rosa enclaustrada, que hizo con la Compañía de Teatro de la UNIVA) del que ya lo es. No es gratuito que Filoctetes haya dejado una muy buena impresión no solo en Tapatilandia, sino hasta en la Ciudad de México y en Los Ángeles; todavía más, el propio John Jesurun manifestó su aprobatoria sorpresa al haber visto el montaje (estuvo en esta ciudad en mayo del año pasado nomás para verla). ¿Qué sigue? Quién sabe. Pero haga lo que haga Andrés David, sobre todo en el campo de la actuación, será para mí una obligación -vestida de placer- el seguirle la pista. Ojalá así sea.

                                                IV

Otro actor que también va que vuela para ser referencia es Iván Arana. La representación que hizo de Eddy y del Adivino, en A la griega, de Steven Berkoff, simple y sencillamente me sorprendió enormemente. No solo es el cariño enorme que le tengo a este inquieto joven actor -forma parte de una familia que se encarga de robar corazones-, sino la disciplina, entrega y compromiso callados que ha dejado a lo largo de los últimos años este muchachón que está dejando de ser promesa. La actuación de todos los involucrados en A la griega (Gerardo Rodríguez Gerko, Blanca Aldana y Alondra Castellanos) es de aplauso, pero es particularmente con Coralia Manterola -otra espléndida actriz a la que quisiéramos ver más seguido en escena, quien hace los papeles de Doreen, Mesera 1 y Esposa-, en donde de plano mis tripas se juntaron con la sangre y me conmoví hasta la médula. Rafael Garzaniti, director de este montaje, sabe muy bien lo que Coralia es capaz de hacer y quedó plenamente confirmado al lado de Iván y el resto de los actores de esta vuelta de tuerca a la tragedia de Sófocles. Como bien se señaló en el programa de mano, es una obra en la que "nos aturde su riquísima poesía". También, por desgracia, llegó a su fin de temporada.

                                                 V

Como reflexión final: ojalá que muchos de los directores de cine que por estos días visitaron la ciudad se hubieran dado una vuelta por los foros teatrales de Tapatilandia. Menuda sorpresa se hubieran llevado al constatar una cosa: aquí hay talento, mucho, de sobra.

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