Lunes, 02 de Diciembre 2024
Cultura | Publicación de Conaculta

Cine, testigo de triunfos y derrotas durante la Revolución

Fernando Fabio Sánchez y Gerardo García Muñoz analizan en un libro la realidad de las historias de las cintas de esa época

Por: EL INFORMADOR

En la cinta Santa, Antonio Moreno recrea el estilo dramático de Hollywood. EL UNIVERSAL  /

En la cinta Santa, Antonio Moreno recrea el estilo dramático de Hollywood. EL UNIVERSAL /

CIUDAD DE MÉXICO (19/DIC/2010).- A través de las historias que llegaron al cine personificadas por Dolores del Río, María Félix, Pedro Armendariz, Emilio Fernández y Pedro Infante; y dirigidas por Fernando de Fuentes, Julio Bracho, Miguel Contreras Torres, Ismael Rodríguez, Rafael Baledón y Mario Hernández, se ha contado la Revolución mexicana desde la década de 1910.

Películas  como La Cucaracha, Si Adelita se fuera con otro, Las mujeres de mi general, La Valentina, Revolución (o la sombra de Pancho Villa), El compadre Mendoza, ¡Vámonos con Pancho Villa! o la emblemática ¡Qué viva México!, conforman el imaginario sobre esa lucha que analizan Fernando Fabio Sánchez y Gerardo García Muñoz en el libro La luz y la guerra. El cine de la Revolución Mexicana.

Ese volumen editado por la Dirección de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) demuestra que antes de que el muralismo y la literatura se ambientaran en las luchas revolucionarias, el cine comenzó a difundir imágenes de violencia militar provenientes de casi todas las regiones del país.

A la par de los reportajes periodísticos y fotográficos desarrollados a principios del siglo XX, el cine realizó un análisis de la lucha de 1910, en su complejidad cultural, desde sus orígenes (tomando como arranque la cinta ¡Qué viva México!, de Sergei Eisenstein) hasta el cumplimiento del centenario con el filme Chicogrande, de Felipe Cazals.

En medio del conflicto

A partir de textos de Felipe Cazals y académicos residentes en México, Estados Unidos y Canadá, entre ellos Julia Tuñón, Aurelio de los Reyes García-Rojas, Adela Pinedo Franco, Jean Franco y Zuzana M. Pick, los dos autores y coordinadores del libro dan cuenta de que el cine fue testigo de los triunfos maderista y constitucionalista, pero sobre todo que constituyó un registro de las fragmentaciones de la lucha armada, el cual estuvo estructurado por fases y corrientes distintas.

Con base en decenas de películas, Fernando Fabio Sánchez y Gerardo García Muñoz concluyen que el cine representa histórica y estéticamente las avanzadas militares, así como la desintegración de esta “gran narrativa” que cohesionó al México posrevolucionario por casi un siglo; al tiempo que abordan el conflicto bélico en su desarrollo, ensamblaje, coherencia y desintegración.

La historiografía fílmica que analiza este libro comienza con los levantamientos maderistas en Ciudad Juárez en 1911 y llega hasta 2010 con la película Chicogrande de Cazals. Pero en medio hay decenas de producciones cinematográficas en las que la gesta se erigió en objeto de representación histórica y estética.

Los autores de la publicación ven al cine como uno de los más importantes vehículos del discurso oficial de la Revolución de México; y opinan que se trata de una narrativa cuya validez se ha agotado y de la cual han descreído los mexicanos a raíz de los abusos del régimen posrevolucionario.
 
Los inicios

La primera representación autóctona de la lucha de 1910  “en la esfera estético-cinematográfica”, dicen los autores, corresponde a Revolución (o La sombra de Pancho Villa), cinta de  Miguel Contreras Torres, que plantea una perspectiva “que intenta homogenizar el mundo representado, construir una visión teleológica de la historia, valorar las tradiciones rurales y celebrar la violencia posrevolucionaria”.

Esa época es tan determinante que, entre 1932 y 1939, se filmaron 17 películas sobre la Revolución, que representa 7% de las 240 producciones de ese periodo, el más alto de toda la historiografía en el país sobre el tema.

Las cintas de  géneros vinculados con la cultura de masas, como el melodrama, el filme de aventuras y la comedia ranchera, convirtieron al séptimo arte en un instrumento eficaz en el proceso de construcción del México moderno. Para Fernando Fabio Sánchez, “el cine de aquella época es un medio visual de diseminación extensa que difundirá la narrativa teleológica de la historia”.

El final

Entre las conclusiones a las que llegan los estudiosos en el libro está el hecho de que el cine de la Revolución no siempre estuvo a la par de la narrativa auspiciada por el Estado ni siempre se mantuvo alineado con el arte pictórico ni la literatura. Es decir, por un lado fue un instrumento de propaganda de los valores del Estado, aunque por otro mostró agujeros negros en la representación del lenguaje simbólico nacional.

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