Martes, 26 de Noviembre 2024
Cultura | Juan Carlos Onetti

Cien años de un escritor apasionado

Las letras en español celebran el centenario del nacimiento de uno de los literatos modernos por excelencia

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO.- Este 1 de julio se cumple un siglo del nacimiento del autor uruguayo Juan Carlos Onetti, "un escritor que se abría las entrañas y se las dejaba en la escritura", como le ha recordado en alguna ocasión el novelista hispano-peruano Mario Vargas Llosa.

En el centenario de Onetti, su narrativa seduce más que nunca. Ni sus cuentos, ni sus novelas, ni su persona defraudan. El autor de El Pozo recibe estos días los elogios de escritores y de estudiosos de la literatura, que lo ensalzan como uno de los literatos modernos por excelencia.

Onetti tenía muy claro qué significa ser escritor: "alguien que siente la necesidad de escribir y que escribe porque siente esa pasión", afirma Hortensia Campanella, amiga y experta en el escritor uruguayo y una de las promotoras de las actividades del centenario de su nacimiento.

El autor español Antonio Muñoz Molina destaca igualmente el escritor apasionado que había más allá del mito de Onetti. A su juicio, renovó la forma de escribir en español desde la pasión y con un estilo que estaba "en el límite del idioma".

"Desde el momento en que Onetti comenzó a escribir, tuvo la costumbre de zambullir a sus personajes en un mundo nuevo. En todas sus historias hay al menos un personaje que siente que la vida es intolerable y se fuga a un mundo que inventa, así como a la ficción y a la imaginación". Lo ha dicho también Vargas Llosa, quien considera que fue la coherencia que el autor uruguayo imprimió a sus relatos lo que lo diferenció por encima de otros y por lo que es considerado como "el primer narrador moderno de nuestra lengua".

Si con El Pozo (1939) rozó el existencialismo y se adelantó a Sartre y Camus en su desolada visión de lo cotidiano, con La vida breve (1950), Onetti dio ese golpe de timón que demandaba la novela hispanoamericana y que impulsó más tarde, de una u otra forma, a los autores del llamado "boom". Es en esta novela donde inicia el ciclo de Santa María, esa ciudad imaginaria a mitad de camino de Buenos Aires y Montevideo, pero sin ser ninguna de ellas, donde viven, traicionan y desesperan los personajes (Larsen, Brausen, Díaz Grey…) que se reiteran en toda su obra narrativa.

A esa obra le siguen otras de brillo similar, como El astillero (1961) y Juntacadáveres (1964), donde el estilo de Onetti crece entre prostíbulos, sórdidos personajes y derrotas sin esperanzas, y Santa María deviene en territorio de leyenda, como el Macondo de García Márquez, la Yoknapatawpha de Faulkner o el Comala de Rulfo.

Periodista

La experiencia fue una buena fuente para esa materia literaria. Juan Carlos Onetti nunca terminó unos estudios superiores, pero desde muy joven amó la escritura y tendió hacia ella como única alternativa a la existencia gris.
Para sobrevivir desempeñó muchos trabajos, entre ellos el periodismo. La factura de ambos soportes de escritura, los artículos y las novelas, era, sin embargo, bien distinta. Según explica Mario Vargas Llosa, "para los periódicos, Onetti buscaba las palabras. Las de los cuentos y las novelas le asaltaban".

Exiliado

La vida de Onetti y la difusión de su obra dan un giro de 180 grados con la instauración de la dictadura en Uruguay en 1973.

En 1974, el escritor es encarcelado durante tres meses por formar parte de un jurado que premió un cuento condenado por el régimen como pornográfico y subversivo.

Onetti aprovecha una invitación a un simposio en Madrid para quedarse en España ya hasta su muerte, en 1994. En este país publicará en 1979 otra novela clave, Dejemos hablar a viento, un broche de oro más en su currículum y que contribuirá a que un año más tarde sea recompensado con el Premio Cervantes.

Al retornar la democracia a Uruguay, en 1985, el primer presidente constitucional, Sanguinetti, le invita a regresar, pero Onetti ya no se ve ni con las ganas ni con las fuerzas para hacerlo. Es entonces cuando se recluye en su casa en la capital española, cada vez más aficionado al whisky, el tabaco y las novelas negras, pero con la energía precisa para seguir escribiendo: Cuando entonces (1987) y Cuando ya no importe (1993).
 
"Onetti se abría las entrañas y se las dejaba en la escritura", Mario Vargas Llosa (escritor)

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