Miércoles, 22 de Enero 2025
Cultura | Una cruz de madera en memoria genera enfrentamiento entre hermanos

Carta desde Katyn

La muerte del presidente Lech Kaczynski escribe una nueva página en la historia de Polonia

Por: EL INFORMADOR

Policías custodian las afueras del Palacio Nacional en Varsovia donde se ubica la cruz en cuestión. EFE  /

Policías custodian las afueras del Palacio Nacional en Varsovia donde se ubica la cruz en cuestión. EFE /

Ya los restos del presidente polaco Lech Kaczynski y los restos de su esposa, reposan en el castillo de Wawel. La nube de cenizas del volcán del glaciar Eyjafjajokull de Islandia, se empeñó en escribir una página más en una historia cuyas líneas se remontan a hace más de medio siglo, y están lejos de concluir.

Hoy, la cruz levantada en Polonia en memoria de Kaczynski es punto de enfrentamiento entre hermanos.

Katyn, Varsovia... campos de dolor en una historia que regresa después de medio siglo de estar sepultada. Reflejo de las circunstancias de la actualidad, el viaje de Kaczynski tuvo sus raíces en un hecho que sigue siendo una espina clavada en el corazón de los nacionalistas polacos, y este accidente y los enfrentamientos alrededor de él, no contribuyen mucho a que la historia termine.

Partiendo de que el viaje del presidente polaco a tierras de la ex Unión Soviética se debió a la intención de acercar a las dos naciones: Rusia y Polonia, ante un capítulo de su historia común que resulta especialmente doloroso.

Al iniciar la Segunda Guerra Mundial, Alemania atacó a Polonia desde el oeste, mientras que Rusia en un papel que todavía hoy se discute, actuando de acuerdo a los pactos firmados entre Ribbentrop y Molotov, atacaba a la nación polaca desde el este, dividiéndose el país entre ambas naciones. Quienes vieron la intervención soviética como un gesto de solidaridad libertadora por parte de las tropas estalinistas, habrían de comprender más tarde que los problemas apenas empezaban.

Un gran número de militares polacos se replegó ante el empuje de las tropas alemanas, hacia el sector en manos soviéticas, confiando en que estos serían aliados para la defensa de su suelo. Otros, pelearon contra el invasor soviético y fueron hechos prisioneros. Ambos grupos compartieron la prisión.

Tomados como prisioneros de guerra, los militares polacos posteriormente serían ejecutados junto con muchos ciudadanos polacos considerados indeseables, bien por su ideología, bien por su ascendencia, bien por haber estado en el lugar equivocado cuando los intereses políticos y territoriales de la URSS se inclinaban por un territorio determinado. Aunque no se conocen cifras exactas, se calcula un total de 15 mil a 22 mil polacos muertos en esta masacre.

La decisión del comisario soviético de seguridad, Lavrenti Pavlovich Beria apoyada totalmente por Josef Stalin, fue mas allá de una ejecución de prisioneros de guerra. El cuidado que se tuvo de conseguir para ella armas y munición alemanas (Pistolas Glock, principalmente) habla de la intención de emplear este capítulo de la guerra como argumento propagandístico anti alemán, cosa que al final de cuentas se hizo. Cuando el territorio de los bosques de Katyn fue ocupado por las tropas de avance de Hitler y se descubrieron los cadáveres, fueron los mismos germanos quienes solicitaron la intervención de la Cruz Roja internacional para examinar y dictaminar lo ocurrido ahí. Los dirigentes rusos negaron su intervención y la de el ejército a su mando en la masacre.

Aunque habían despojado a los militares polacos de sus papeles de identidad, en muchos cadáveres se encontraron cartas personales, diarios y otros documentos que permitieron fijar la fecha de las ejecuciones entre el 3 de abril y el 19 de mayo de 1940, momento en el que el territorio estaba en manos soviéticas. Nuevamente la negación de Stalin fue inamovible.

Fue hasta el año de 1990 cuando por fin Mijail Gorbachov aceptó lo que por mucho tiempo fue una verdad negada en círculos gubernamentales y una cicatriz terrible en la memoria del pueblo polaco. Sí, el ejército soviético fue el autor de la masacre del bosque de Katyn. Documentos de la época lo demostraron de manera incontrovertible y hay que alabar la gallardía de la nueva nación rusa al aceptar tan grande culpa y romper con un pasado discutible.

La visita del presidente polaco fue planeada como un paso hacia la reconciliación de ambos países en un capítulo tan doloroso para unos como vergonzante para otros.

Las buenas intenciones quedaron en eso. Un accidente que se atribuye al mal tiempo, a la acumulación de hielo en las alas del aeroplano, al desconocimiento del piloto con el ángulo de pérdida del aeroplano que tripulaba... en fin, un accidente lamentable, acabó con lo que parecía ser el primer paso para el entendimiento de dos países que realmente lo necesitaban.

Son 60 años que no concluyen. Las buenas intenciones quedan opacadas por la división de un pueblo de hermanos ante un mundo que creía recibir con los brazos abiertos el perdón entre dos pueblos.

Hoy, la cruz de madera que honra a los fallecidos en el accidente de aviación es motivo de enfrentamiento entre hermanos, entre quienes ven incoherente que una cruz como símbolo de cristianismo se yerga frente al palacio de un estado secular y la mayoría católica que desea hacer valer su presencia en la sociedad poscomunista.

Cuánto desearíamos todos que la matanza de Katyn sea hoy un capítulo que cicatriza y en su lápida crezcan flores, símbolo de la reconciliación auténtica que tanta falta hace entre dos naciones, entre millones de hermanos.

Adrián Castañeda

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