Finaliza la emergencia sanitaria: estas fueron las medidas anticovid más polémicas

La estampa se volvió cotidiana en los negocios mexicanos: antes de entrar a cualquier empresa o establecimiento, las personas debían someterse a varias medidas preventivas, entre las cuales estaba limpiarse los pies en un "tapete sanitizante" lleno hasta el borde de sustancias desinfectantes. Esta medida resultó ser completamente vana, ya que el virus sólo se transmite de persona a persona a través de pequeñas gotas de saliva, y lo único que dejó en la colectividad fue zapatos y pantalones desteñidos por acción del desinfectante.

Sobre todo a inicios de la pandemia, era común que trabajadores municipales ataviados con trajes de cuerpo completo se dedicaran a desinfectar las calles con líquidos especiales, dejando un olor desagradable y una falsa sensación de seguridad entre los habitantes, pues pronto se comprobó que esta no era la medida ideal para frenar los contagios en aumento.

Pronto los termómetros infrarrojos se convirtieron en un artículo de primera necesidad: tiendas, empresas y plazas comerciales comenzaron a tomarle la temperatura a todos aquellos que quisieran ingresar a los lugares con termómetros con diseños que pronto evolucionaron hasta volverse en auténticas máquinas de chequeo masivo; sin embargo, tiempo después se comprobó que la temperatura alta no era un indicativo de COVID, pues muchos enfermos no presentan síntomas.

Otra de las medidas preventivas que se implementó cuando la personas comenzaron a salir de la calle fue la de instalar "pasillos de desinfección", sobre todo a la entrada de estadios, centros comerciales, mercados y empresas. La persona entraba y era rociada con un líquido desinfectante; no obstante, sin el adecuado uso del cubrebocas esta acción resultó completamente inútil.

En restaurantes y parques se comenzaron a tomar medidas para que se respetara la "sana distancia", por lo que sillas y bancas eran selladas o cubiertas con cinta amarilla para que las personas no se sentaran juntas y evitar así la cadena de transmisión; esto duró poco, pues muy pocos respetaban las restricciones y comenzaron a quitar las cintas y pintura.

A pesar de que los insumos sanitarios eran escasos y debían reservarse para personal médico, no fueron pocas las personas que lograron conseguir guantes quirúrgicos y comenzaron a utilizarlos en su día a día; no obstante, pronto se comprobó que esta medida era inadecuada debido a que los virus podían reproducirse fácilmente en los guantes y la mejor opción siguió siendo siempre el lavado de manos y el uso de alcohol en gel.

Ante lo incómodo que resultaba el uso de cubrebocas, el uso de caretas plásticas y de capas de plástico que se utilizaron como mascarillas pronto se popularizó; no obstante, pronto se advirtió que el uso de la careta sólo era efectivo si se acompañaba de un cubrebocas adecuado, mientras que las mascarillas plásticas resultaron ser más inseguras que todo.