La tarde remota del 14 de febrero de 1542, un séquito de gachupines desorientados vagaba a la deriva de un valle inmenso, indiferente; un yermo de espinas cedido a la inclemencia de los lagartos y los zopilotes, sin otra certeza más que la del sol en el cielo. Era el valle de Atemajac, rodeado de cerros hasta el horizonte delimitado por los precipicios de huizaches y las cordilleras de mezquites de Huentitán.La travesía de aquellos gachupines no tenía ningún rumbo. Llevaban a cuestas, en el ánimo y la memoria, un éxodo de seis años continuos, pero lo que más les pesaba en el alma era el fracaso fundacional de su ciudad prematura. Hasta entonces, Guadalajara existía únicamente como un sinónimo de penitencia, una ciudad de polvo e ilusiones reprimidas, retenida apenas como una hoja a merced del viento.Fue Nuño Beltrán de Guzmán quien nombró Guadalajara a estas tierras, en 1530, cuando se había decidido a conquistar todo cuanto sus ojos veían hasta el horizonte, en un recorrido de masacres, saqueo y sangre. Lo hizo en honor a la ciudad del mismo nombre que se encontraba al otro lado del Atlántico, en España, y donde había nacido. Quizás no supo nunca que el nombre de Guadalajara provenía de los árabes a los que tanto despreciaban en su tierra, y que es el resultado de vocablos que significan "río de piedras", "río que corre entre piedras", o "valle de las fortalezas".La primera vez que Guadalajara fue fundada había sido en 1532, en Nochistlán, apenas habitada por 42 personas, y que no duró siquiera un año, pues la vida era imposible. La segunda ocasión, no más exitosa, se dio en los territorios de Tonalá, donde Guadalajara existió cerca de dos años, pero los constantes ataques de las poblaciones originarias dificultaban el crecimiento y el desarrollo del asentamiento. En el tercer intento, el séquito de españoles e indígenas se estableció en el territorio de Tlacotán, hoy parte del municipio de Ixtlahuacán del Río, y por un momento de la historia pareció que ahí sería la fundación definitiva, pues fue en esas tierras donde el rey Carlos V de España le concedió el título de "ciudad" a Guadalajara, y le asignó un escudo de armas.No obstante, la rebelión indígena de los caxcanes, liderados en parte por el temible Francisco Tenamaztle, imposibilitaba la estabilidad de la ciudad incipiente. Tenamaztle fue una de las principales figuras indígenas que comandaron el movimiento de disidencia conocido como la Guerra del Mixtón, que puso en jaque la relativa paz de la Nueva Galicia, pues los grupos indígenas habían decidido sublevarse contra años de crueldad de los españoles. La inestabilidad creciente obligó a los españoles a abandonar por nueva cuenta el sueño de su ciudad frustrada, y por cuarta ocasión se embarcaron en un largo peregrinaje para darle una nueva tierra a Guadalajara, esta metrópolis sin más leyes que las del sol y el viento. Los españoles se internaron en la inmensidad del Valle de Atemajac, hasta entonces inexplorado. Atemajac no contaba con asentamientos indígenas originarios, era un páramo espinoso que se extendía mucho más allá de donde les alcanzaba la imaginación, y donde tampoco parecía florecer la esperanza. Entre aquel grupo de españoles se encontraba Beatriz Hernández, que no se decepcionó con las condiciones del destino, ni ante la realidad de la ciudad peregrina. La tarde providencial del 14 de febrero de 1542, Beatriz Hernández se sobrepuso al desánimo, al hambre, a la vida y a la misma muerte, y con una resolución que parecía poner en orden al mundo entero, clamó ante los vientos contrariados de Atemajac la siguiente frase: “gente, aquí nos quedamos, el rey es mi gallo y aquí nos quedamos a las buenas o a las malas”.Así se hizo. Guadalajara se estableció a un costado del río San Juan de Dios, y cerca de trescientos habitantes, entre españoles e indígenas, se aferraron a la esperanza para que por primera vez en la vida la única posibilidad ya no fuera la incertidumbre. Poco a poco, como una flor indecisa, la ciudad comenzó a crecer. Las poblaciones indígenas se asentaron a "las afueras" de la ciudad, en los barrios de Analco, Mezquitán, Mexicaltzingo, mientras que los gachupines y la población más adinerada se estableció en lo que hoy conocemos como el Centro Histórico, con sus casonas grandes y palacios floridos. Guadalajara entonces era considerada más bien una ciudad de paso, y a lo largo de los años fue azotada por el hambre, las pestes y las epidemias que diezmaron a la población.No obstante, a la larga la determinación temeraria de Beatriz Hernández resultó ser la correcta, pues para 1560, dieciocho años después, Guadalajara fue nombrada capital del Reino de la Nueva Galicia. Aquel mismo año, ya había comenzado la edificación de la plaza de San Agustín, que después evolucionaría al Teatro Degollado, y doce meses más tarde el rey Felipe II de España ordenaría desde el otro lado del océano que se edificara el conjunto arquitectónico de la Catedral junto con su Plaza de Armas, a cargo de Martín Casillas, y que sería finalizada hasta 1618. Poco a poco Guadalajara fue cobrando mayor importancia dentro de la lógica de la Nueva Galicia. La llegada de órdenes franciscanas, agustinas, dominicas, mercedarias, jesuitas y carmelitas descalzas impulsó un florecimiento religioso y cultural en la ciudad, cuyo legado persiste al día de hoy. Creció el comercio, la seguridad y la estabilidad social, y con ello la población. La estabilidad permitió a su vez el desarrollo de las artes, pues hubo un repunte de arquitectos, filósofos, abogados, científicos, poetas, escritores y oradores.A finales de 1700, llegó a Guadalajara uno de sus personajes más importantes: Fray Antonio Alcalde. Tenía 70 años cuando pisó la ciudad por primera vez, y fallecería 21 años después. Estaba en el otoño de su vida, y en una edad suficiente para concluir que ya lo único que buscaba en sus días era descansar. No obstante, a Fray Antonio Alcalde le bastaron dos décadas para remodelar Guadalajara hasta la raíz. Fundó el Hospital Civil, la Universidad de Guadalajara, el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, que es uno de nuestros recintos grandes, y además implementó un sistema de urbanización humanístico nunca antes visto en la ciudad.De acuerdo con la UDG, "Fray Antonio Alcalde es responsable de la edificación de 'Las cuadritas' –primer complejo habitacional popular en el continente americano–, la fundación de escuelas primarias para niños con material didáctico gratuito, las comidas que a diario servía a los pobres, los donativos que hizo en forma anónima, y la urbanización de Guadalajara hacia el norte de la ciudad y la mejora de sus calles". Fray Antonio Alcalde fue tan relevante, que cuando en Guadalajara llegó la imprenta, en 1793, lo primero que se editó fue un elogio fúnebre para el benemérito. Durante el movimiento de Independencia, Guadalajara tuvo relevancia, pues fue aquí donde Miguel Hidalgo y Costilla abolió la esclavitud, el 6 de diciembre de 1810, y fundó el periódico El Despertador Americano. Correo Político Económico de Guadalajara. Ese mismo año, se construyó el Hospicio Cabañas, cuyo primer nombre fue “Casa de Caridad y Misericordia de la Ciudad de Guadalajara”. La gloria de Hidalgo en la Nueva Galicia fue breve. También vio en estas tierras su perdición, pues apenas un mes más tarde el cura y su ejército fueron derrotados a las afueras de la ciudad, en la Batalla del Puente de Calderón, el 17 de enero de 1811. Una década más tarde, cuando Agustín de Iturbide proclamó el Plan de Iguala, y con ello la independencia de México, la Nueva Galicia se anexó a las condiciones del tratado independentista.Durante la turbulencia de las siguientes décadas, en las que México se consolidó en sus diferencias, Guadalajara estuvo muchas veces en la estabilidad y en la discordia. Los federalistas jaliscienses Prisciliano Sánchez, Luis Quintanar y Valentín Gómez Farías, muchos quienes hoy ven sus nombres en nuestras calles, dejaron plasmados sus ideales en la Constitución de 1824. Pero también fue en Guadalajara, en plena época del federalismo, cuando unos cuantos desesperados firmaron un tratado para traer a Antonio López de Santa Ana del exilio, y también fue en Guadalajara, en plena Guerra de Reforma, Guillermo Prieto impidió que los conservadores asesinaran a Benito Juárez bajo la frase infalible "los valientes no asesinan". Cultural e históricamente, Guadalajara estaba más bien asociada a una visión conservadora. Para 1866, en el ocaso del imperio triste de Carlota y Maximiliano, cuando México volvió a ser una monarquía fugaz, en Guadalajara se fundó el Teatro Degollado. A finales de 1888, el ferrocarril llegó por primera vez a nuestra ciudad, como un monstruo de metal que estremecía la tierra a su paso. Durante el Porfiriato, Guadalajara resultó especialmente beneficiada, con un crecimiento cultural y económico que revitalizó y le dio una nueva imagen a la ciudad, en particular en la zona centro. La tendencia "afrancesada" de Porfirio Díaz ocasionó que la burguesía tapatía embelleciera a su vez las calles de Guadalajara, y la llegada de extranjeros llevó al nacimiento de barrios como la colonia Lafayette, que hoy abarca la avenida Chapultepec y la colonia Americana. Se construyeron hospitales y avenidas, y llegó el alumbrado público mediante instalaciones eléctricas. Durante el contexto de la Revolución Mexicana, Guadalajara quedó dividida entre las huestes de Pancho Villa y Venustiano Carranza, quienes tuvieron enfrentamientos decisivos en los cerros del Cuatro y del Gachupín, muchas décadas antes de que estos fueran invadidos por planicies y planicies de casas y asentamientos habitacionales desorganizados. Cuando las huestes de Pancho Villa entraron por primera vez a Guadalajara, un disparo dio de lleno en el reloj del Palacio de Gobierno, dejando un agujero que persiste -en réplica- al día de hoy. Para el siglo XX, Guadalajara era ya una de las ciudades más importantes y crecientes de México. En 1960 se inauguró el Estadio Jalisco y en 1970 fue sede del Mundial de futbol, destacando la participación de la selección brasileña, liderada por Edson Arantes do Nascimento “Pelé.” Durante el gobierno de Flavio Romero de Velasco (1977-1983) se construyó la Plaza Tapatía, que hoy es uno de las caminatas por excelencia de la ciudad. En 1987 se llevó a cabo la primera edición de la Feria Internacional del Libro (FIL), considerada hoy como la segunda más importante del mundo. Hoy en día, de acuerdo con las estadísticas, en Guadalajara viven 87 mil 672 habitantes: 42 mil 221 varones y 45 mil 451 mujeres, y es una de las ciudades más importantes de México y de América Latina.Guadalajara era una ciudad de cines, de cantinas, de bicicletas, donde todo mundo se daba los buenos días y las buenas tardes, donde el viento de las cuatro de la tarde todavía olía a rosas. Muchos monumentos cayeron, muchos otros nacieron. El Puente de las Damas quedó sepultado bajo la ciudad. El Panteón de los Ángeles se convirtió en la Central de Autobuses, que en su momento revivió a Guadalajara, y que hoy vuelve a estar a merced del olvido. San Juan de Dios, que en su momento fue un río, se convirtió en la Calzada Independencia, que terminó por dividir, cultural y urbanísticamente, a las "dos Guadalajaras", la "rica", y la "pobre".El Agua Azul, que era un manantial de Agua Fresca, quedó dividido por la avenida González Gallo, y de sus antiguas aguas no quedó más que un parque que a pesar de todo se resiste al abandono. El Panteón de Mezquitán, a su vez, quedó fragmentado por el curso de la calle Enrique Díaz de León. La Plaza de Toros el Progreso, que era una de las más emblemáticas de la ciudad, desapareció ante la construcción de la Plaza Tapatía. El Hospicio Cabañas dejó de acoger niños, y se convirtió en un museo en cuyos corredores todavía transitan los recuerdos. El sector Reforma, que era un espacio lleno de vida, cambió para siempre la mañana triste del 22 de abril de 1992, cuando las explosiones envenenaron el curso de la historia.La Guadalajara nocturna, de bares, de fiesta, la Guadalajara de la Guerra Sucia, con los enfrentamientos entre la Federación de Estudiantes de Guadalajara y la Liga Comunista 23 de Septiembre, la Guadalajara gay, tan libertina pero también tan conservadora, la Guadalajara de los Panchos, del Monica´s, del Génesis; la Guadalajara de Esther Camberos "la Comanche", la Guadalajara cruel del "Pelacuas".La Guadalajara de los desaparecidos, de los muertos, de la gentrificación, la Guadalajara donde ya no cabe nadie pero donde quieren meter a todos, la Guadalajara monstruosa de las seis de la tarde, la Guadalajara invivible de López Mateos, la Guadalajara irrespirable del Periférico, la Guadalajara lejana de Tlajomulco. Guadalajara Santa Tere, gentrificada Americana, pomposa Zapopan, la Guadalajara más allá del horizonte. La Guadalajara del Parque Rojo, del Hospicio Cabañas, del Expiatorio, de Chapultepec a las tres de la mañana; la Guadalajara de la Barranca, Bosque de la Primavera, besos furtivos en los Colomos; la Guadalajara del Parián de Tlaquepaque, de la Basílica de Zapopan, de las artesanías de Tonalá y las nieves del Santuario; la Guadalajara congestionada de Tren Ligero cuando amanece, cuando anochece, desde ahora, entonces y hasta siempre, la Guadalajara de aterdeceres únicos en el mundo, la Guadalajara Fiestas de Octubre, eventos masivos, conciertos innecesarios, edificios salomónicos, recursos desviados y lavado de dinero, Guadalajara corrupta y sincera, nepotista, despótica. Guadalajara tortas ahogadas, pozole, quesadillas, jericallas, birria, carne en su jugo, nieves de garrafa, agua de horchata, birote salado, tacos de barbacoa, elotes con crema: Guadalajara panza llena corazón contento. La Guadalajara de alegrías y tristezas, de felicidades y de llanto, la Guadalajara que nos vio nacer, y en cuya tierra hemos de morir. Guadalajara, tan llena de vida, tan repleta de fiesta, tan sí misma; la Guadalajara que nos da la espalda, que nos acoge. Guadalajara-casa, Guadalajara-monstruo. Guadalajara de sueños, de nuestras ilusiones juveniles, de nuestras amarguras de adultos, donde se termina el cielo. Guadalajara, nuestra Guadalajara, y que este 14 de febrero cumple cuatrocientos ochenta y un años. Con información de Gobierno de Jalisco, Universidad de Guadalajara, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Colegio de Jalisco, y Gobierno de México. FS